El laboratorio chino Tiangong-1, traducido al español como palacio celestial, se precipitará sobre la tierra en la segunda mitad de 2017, aunque la fecha exacta aún no está confirmada. Esta base intergaláctica de origen oriental, que fue lanzada al espacio el 29 de septiembre de 2011, ha funcionado como laboratorio tripulado y banco de pruebas experimental, además de realizar maniobras orbitales de anclaje en varias ocasiones.
Aunque la misión espacial estaba calculada para durar unos dos años, finalmente la estación ha estado navegando por el espacio en perfectas condiciones con dos años y medio de vida extendida. La Oficina de Ingeniería Espacial dio por acabado su cometido el 21 de marzo de este año, fecha en la que fue retirada de servicio.
La caída de Tiangong-1, que pesa más de 8,5 toneladas y mide 10,4 metros de largo y 3,3 de diámetro, no va a suponer peligro alguno hacia la población, pues se prevé que la mayor parte de su superficie va a desintegrarse al atravesar la atmósfera. Las autoridades chinas siguen vigilando su órbita para estar alerta de su trayectoria y asegurar que el desprendimiento de la base no cause ningún daño.
En su relevo, el pasado 15 de septiembre, la estación Tiangong-2 fue lanzada al espacio para continuar el llamado Proyecto 921-2 o Programa Tiangong. Mientras el Tiangong-1 tomó el apodo de “vehículo objetivo” y fue el encargado de realizar con éxito todas las pruebas de engranaje espacial, Tiangong-2 es considerado un auténtico laboratorio espacial, al superar a su antecesora con una longitud de 14,4 metros y un diámetro de 4,2 metros.
Darío Vázquez