Todo surgió cuando el grupo de Heliosismología del Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC) comenzó ese año un experimento en el Observatorio del Teide para medir diferencias de velocidad entre el Observatorio y la turbulenta superficie del Sol, y así poder identificar las ondas sísmicas que se propagan por el interior de la estrella.
El investigador de ese grupo Antonio Eff-Darwich relata en un artículo publicado en «Hipótesis» que, gracias a estas observaciones, se ha desarrollado un conjunto de técnicas que han permitido medir los patrones de velocidad entre el Sol y la Tierra y, además, evaluar con gran precisión «otro de esos extraños resultados» de la Teoría de la Relatividad, la dilatación del tiempo.
Y una de las constataciones es que la luz se enrojece al alejarse del Sol, tal como predijera Einstein, como consecuencia del cambio en el transcurrir del tiempo.
En concreto, los resultados de las mediciones indican que si una persona observara desde la Tierra un reloj en el Sol, vería que después de un año terrestre, ese reloj estaría retrasado un minuto.
«Desde que desaparecieron los dinosaurios hasta la actualidad, la Tierra ha envejecido 114 años más que el Sol. ¡Alucinante, pero real!», proclama Eff-Darwich en el artículo.
Pero primero hay que recordar que la Teoría de la Relatividad dice que un cuerpo con mucha masa (en realidad muy denso) es capaz de curvar el espacio-tiempo, por lo tanto un haz de luz debería tardar más tiempo de atravesar la curvada malla espacio-tiempo de un cuerpo muy masivo frente a otro con poca masa (donde la malla es recta).
Sin embargo, la realidad no suele ser tan lógica y la luz tarda lo mismo, independientemente de la masa del objeto situado en esa malla espacio-tiempo.
Si la luz tarda lo mismo en moverse por una malla espacio-tiempo curvada o recta, o dicho de otra forma, no se ve perturbada en su velocidad por el campo gravitatorio creado por la masa de los objetos, entonces es que el tiempo debe transcurrir de manera distinta cuando hay un campo gravitatorio intenso o débil.
«Efectivamente, el tiempo transcurre más despacio en la zona de influencia de un cuerpo con mucha masa (si yo mido ese tiempo lejos de la influencia de esa masa)», explica el investigador.
Pues si eso es así, el tiempo cerca del Sol (un cuerpo con una masa descomunal) debe transcurrir más despacio que cerca de la Tierra «si lo mido desde la Tierra», continúa Eff-Darwich, quien apunta a un segundo hecho: el tiempo transcurre más despacio donde hay campos gravitatorios intensos, como en el Sol, medido por un observador que esté lejos de ese campo gravitatorio (como la Tierra).
Los astrofísicos analizan básicamente luz: cuánta llega de un objeto, con qué colores, si está polarizada y cuántas «ondas» emite, es decir, la frecuencia de la onda.
Y la onda asociada a un haz de luz roja tiene una frecuencia de 450 billones de veces por segundo, mientras que la frecuencia de un haz de luz azul es de unos 650 billones de veces por segundo.
Aquí viene ahora lo más interesante, prosigue, y es que si la ‘duración’ del tiempo depende de la intensidad del campo gravitatorio y si el color de la luz viene dado por la frecuencia de la onda (número de veces por segundo), puede producirse un cambio en el color de la luz al modificarse el tiempo (la ‘duración’ del segundo) cuando se abandona o se entra en un campo gravitatorio intenso, lo que ha quedado probado con un experimento de 43 años de duración desde el Teide.
Estrella Digital