El estudio ha sido liderado por científicos del Institut Català de Paleoecología Humana i Evolució Social (IPHES) y de la Universidad Rovira i Virgili de Tarragona (URV), y realizado junto a investigadores de la Universidad de Málaga, del Institut Català de Paleontologia Miquel Crusafont y del Museo Nacional de Georgia.
El yacimiento de Dmanisi (1,8 millones de años), situado en el Cáucaso, entre el mar Negro y el mar Caspio, registra la presencia humana más antigua localizada fuera de África y una extraordinaria colección de restos de muchas especies de mamíferos ya extintas.
Entre esta colección de fósiles, que se conserva en el Museo Nacional de Georgia, en Tbilisi, hay dientes de oso, de la especie Ursus etruscus, descrita por un paleontólogo francés en 1823 y que muestran una amplia variabilidad de talla.
Los científicos han clasificado los restos fósiles de la población de osos de Dmanisi y han descrito su dieta combinando el estudio anatómico con los datos métricos y técnicas de microdesgaste dental.
Según el estudio, todos los ejemplares tenían un tamaño similar, aunque los machos eran bastante más grandes que las hembras, tal y como ocurre en los osos pardos modernos y en otras especies fósiles.
El análisis del microdesgaste dental de estos osos refleja que habitaban en ambientes mixtos, con praderas y bosques abiertos, y se alimentaban de frutos y hojas de árbol, carne y peces.
Además, el análisis morfométrico comparativo de este oso fósil con los osos modernos (pardo, polar, tibetano, etc.) confirma que la especie de Dmanisi tenía una alimentación omnívora, similar a la del oso pardo actual, Ursus arctos.
Por último, el estudio concluye que el grado de competencia entre los homininos y los osos fue menor de lo aparente, ya que en los meses de invierno, cuando los homininos tenían más dependencia de productos animales y frutos secos (bellotas, nueces, castañas, tubérculos, etc.), los osos estaban hibernando.
En cambio, el estudio concluye que sí hubo competencia por los alimentos entre los homininos y los cerdos, lo que pudo contribuir a su extinción en Europa poco después, hasta su reaparición en los ecosistemas del continente medio millón de años más tarde, a finales del Pleistoceno inferior, hace 1,2 millones de años.