viernes, noviembre 22, 2024
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Científicos españoles lideran un proyecto europeo para cultivar microalgas

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El proyecto, que tendrá una duración de cuatro años y está dotado con 7,78 millones de euros, está financiado por el programa de la UE Horizonte 2020, de apoyo a la investigación e innovación.

El investigador del IRTA y coordinador de ProFuture, Massimo Castellari, ha explicado que las microalgas permiten obtener alimentos nutritivos ricos en proteínas, más sostenibles, desde pasta y pan a barritas energéticas o pienso para animales, lo que facilitaría alimentar a los 10.000 millones de personas que tendrá el mundo en el año 2050.

 

La FAO calcula que el incremento de la población supondrá también un aumento de un 70% de la demanda de alimentos, lo que es una amenaza para los recursos naturales y la disponibilidad de tierra para cultivar.

Por eso, las microalgas ?que forman parte del fitoplancton? son unas candidatas prometedoras para contribuir a solventar este reto, por su elevado potencial de valor nutricional y su baja huella ecológica, según los científicos, que buscarán desarrollar tecnologías de producción de microalgas, más sostenibles y competitivas, con las que obtener alimentos ricos en proteínas, nutritivos y con un menor uso de nutrientes químicos y energía.

Las microalgas son organismos unicelulares que pueden cultivarse en grandes piscinas abiertas o en biorreactores, y que principalmente requieren de luz solar, temperaturas elevadas y nutrientes inorgánicos para crecer, con un consumo de tierra y agua dulce inferior al del cultivo de otras proteínas vegetales.

Tienen una capacidad productiva muy elevada y permiten obtener una biomasa rica en proteína y grasas que, transformada en harina vegetal, se puede utilizar para fabricar alimentos como pasta, pan, piensos, sopas o barritas energéticas.

«El problema con las microalgas hoy en día es que, a pesar de que se llevan estudiando desde hace años en Europa sobre todo para la producción de biofuel, su producción sigue siendo limitada y no acaba de estar al 100 % industrializada, lo que hace que el precio del producto sea alto», ha dicho Castellari.

Solventar ese escollo es el principal objetivo del proyecto, en el que participan 31 socios europeos, entre centros de investigación, empresas y asociaciones.

Para llevar a cabo la investigación, han seleccionado cuatro especies de microalgas muy productivas ?dos de agua dulce (Lemon/lightly Chlorella vulgaris y Arthrospira platensis, es decir, espirulina) y dos marinas (Tetraselmis chui y Nannochloropsis oceanica)? y desarrollarán y aplicarán tecnologías y técnicas de cultivo innovadoras para aumentar la producción y reducir costes.

Según Castellari, la fase inicial se implementará en plantas piloto en Portugal, en colaboración con universidades y centros de investigación, y luego se escalará gracias a nueve pequeñas, medianas y grandes empresas de alimentación de siete países europeos.

Una vez cosechadas estas microalgas, se secan y se obtiene con ellas una especie de harina, que es el ingrediente principal para el mercado.

Hasta ahora, uno de los inconvenientes de este ingrediente a la hora de incorporarlo en la fabricación de alimentos es que tiene un gusto muy marcado y aporta una coloración verde a los productos, como sucede con la pasta o el pan enriquecidos con espirulina.

«Nos proponemos desarrollar algún ingrediente más purificado, que nos permita mejorar la textura, la apariencia, el sabor y también el aroma de los productos elaborados con microalgas, que nos permita ampliar un poco el abanico de aplicaciones», ha detallado Castellari, que especifica que en ‘ProFuture’ crearán siete tipos de alimentos: pasta, pan, sopas y cremas vegetales, bebidas y barritas energéticas, salchichas veganas y pienso para animales.

Según Castellari, «elaborar productos con microalgas permitiría una fuente de proteínas de calidad para todos los países, adaptando el sistema de crecimiento del cultivo al entorno».

«Se pueden implementar incluso en medio del desierto, en áreas marginales, por lo que no compiten con otros cultivos vegetales por el suelo. Y eso en países como España, en que avanza la desertificación, podría ser muy interesante», ha apuntado el investigador. 

 

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