El estudio, publicado en la revista Scientific Reports, demuestra que ingerir microplásticos PET (asociados con la cadena alimentaria) reduce la abundancia de bacterias conocidas por sus efectos positivos en la salud y aumenta la presencia de otros grupos microbianos relacionados con una actividad patógena.
«Dada la posible exposición crónica a estas partículas a través de nuestra dieta, los resultados obtenidos plantean que su ingesta continuada podría alterar el equilibrio intestinal y, por tanto, la salud», explica Victoria Moreno, del Instituto de Investigación en Ciencias de la Alimentación (CIAL) del CSIC.
El estudio, en el que también han participado el Instituto de Catálisis y Petroleoquímica (ICP) y el Instituto de la Cerámica y el Vidrio (ICV) del CSIC, es el primero que ha evaluado el impacto de la ingesta de microplásticos en el tracto digestivo y la microbiota intestinal humana.
Saber lo que ocurre en nuestro organismo y las consecuencias de que estos materiales pueden provocarnos a corto, medio y largo plazo es importante ya que, según los cálculos más recientes, de media, cada persona podría ingerir entre 0,1 y 5 gramos de microplásticos cada semana a través de alimentos y bebidas.
Además, el estudio ha mostrado por primera vez que estos microplásticos pueden sufrir biotransformaciones a lo largo del tracto gastrointestinal y llegar al colon de una forma estructuralmente diferente a la original.
«Todos estos mecanismos y factores observados, que apenas se están empezando a estudiar, contribuirán a averiguar si los microplásticos pueden permanecer en el cuerpo humano y acumularse potencialmente en algunos órganos y tejidos», concluye.
Para hacer la investigación, el equipo del CSIC ha diseñado un protocolo de simulación de la ingesta y digestión de microplásticos en condiciones fisiológicas, que es extrapolable al estudio de otros tipos de plástico y tamaños de partícula.
«Mediante el modelo in vitro de digestión gastrointestinal patentado por el CSIC, pudimos albergar la microbiota colónica humana durante la intervención con microplásticos», explica Victoria Moreno.
Este protocolo, combinado con el uso de microscopía electrónica y espectroscopia, ha permitido monitorizar los cambios en la estructura y morfología de los microplásticos en el tracto digestivo. EFE
A.M.