España está cada vez más cerca de arrancar su primera experiencia con el cannabis medicinal, que entre 200.000 y 500.000 pacientes podrían estar usando a finales de año, lo que genera numerosas preguntas y respuestas para mitigar sus dolores o los efectos de sus tratamientos. Pero falta saber cuántos de verdad serán, cómo lo tomarán y dónde lo comprarán.
Mañana está previsto que la Comisión de Sanidad y Consumo del Congreso dé luz verde definitivamente al dictamen de la subcomisión del cannabis medicinal que sienta las bases de la regulación de esta sustancia con fines terapéuticos con una serie de recomendaciones que el Ministerio de Sanidad se ha comprometido a acatar.
A la espera de la votación del dictamen y de los votos particulares que han presentado la mayoría de partidos, una de las principales novedades que introdujo el texto final fue ampliar sus indicaciones, inicialmente limitadas a la espasticidad en personas con esclerosis múltiple, convulsiones en algunas formas de epilepsia y el dolor crónico no oncológico, también el neuropático.
Finalmente, tras intensas negociaciones entre los grupos parlamentarios, se extendió a la endometriosis, al dolor oncológico y a las naúseas y vómitos derivadas de la quimioterapia.
«Se podía haber sido un poco más generoso en la interpretación de la evidencia y haber incluido la anorexia de pacientes oncológicos y los trastornos del sueño», comenta a Efe Manuel Guzmán, catedrático de Bioquímica y Biología Molecular en la Universidad Complutense de Madrid.
NUNCA COMO PRIMERA OPCIÓN
Sumando todas las indicaciones, y basándose en la experiencia de países como Estados Unidos, Canadá, Israel o Países Bajos, Guzmán lanza la cifra del 0,5 % de la población como potenciales beneficiarios, lo cual se reduce a más de 200.000. Aunque avisa: se trata de una estimación «muy grosera» que, hasta que no arranque el programa, no se podrá afinar.
De momento, lo ve como una terapia alternativa en segunda o tercera línea; en un futuro, vaticina que el CBD -el compuesto no psicoactivo- sea uno de las primeras opciones antiepilépticas para epilepsias pediátricas y el THC esté «cerca» de serlo para los trastornos del sueño, pero «se debe investigar mucho más».
Así, los grupos más relevantes a los que irá dirigido el cannabis medicinal son las personas con dolor crónico no oncológico y el de las que tienen cáncer. Pero nunca como primera opción.
La Sociedad Española del Dolor (SED) ve «muy lógico» que se vaya a incorporar como medicamento adyuvante en un paciente en proceso oncológico, señala a Efe el coordinador de su Grupo de Trabajo de Cannabinoides, Jesús de Santiago.
«No todo el que tiene un tumor se le va a dar un cannabinoide», por lo que no es un grupo fácil de calcular. Según la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM), la presencia de dolor es variable, y depende del tipo y de la extensión de la enfermedad, así como de la propia tolerancia individual, de modo que estima que el dolor puede ser el síntoma principal del 40 % de los que están en tratamiento y del 75 % con cáncer avanzado.
¿QUÉ PASA CON LA FIBRIOMIALGIA?
El posicionamiento -que recientemente ha actualizado- de la SED es que los cannabinoides deben usarse en tercera línea para dolor refractario -el que no se controla con los tratamientos disponibles-, sobre todo neuropático; para los demás, tendría que considerarse como un ensayo terapéutico individual si todos los tratamientos establecidos han fallado y en el contexto de una evaluación multidisciplinaria. Es decir, individualizar caso por caso.
Dentro de los pacientes con dolor crónico, el 8 % es neuropático y, dentro de este subgrupo, entre el 30 % y el 50 % es refractario, con lo cual, los potenciales beneficiarios de este nuevo tratamiento rondarían los 400.000, calcula este doctor.
Los demás, insiste, habría que estudiarlos dentro del contexto de un ensayo individualizado. Es lo que debería ocurrir para aliviar el dolor visceral de la endometriosis, que según la Guía de atención a las mujeres con endometriosis en el Sistema Nacional de Salud -de 2013- afecta a más de 2 millones de mujeres.
También la fibromialgia, un tipo de dolor nociplástico -los considerados huérfanos porque no se sabe exactamente dónde se localizan-, que se suele manifestar como dolor generalizado, asociado a fatiga y alteraciones del sueño y gastrointestinales y que padecen unos 900.000 españoles.
Pero la presidenta del Observatorio Medicinal del Cannabis, Carola Pérez, no lo tiene tan claro «hasta que no lo vea negro sobre blanco», pues el informe de la subcomisión no alude explícitamente a esta enfermedad como sí hace con la endometriosis.
¿DE VENTA EN TODAS LAS FARMACIAS?
Tampoco aclara quién va a dispensar estos preparados: abre la puerta a «explorar la alternativa» de las farmacias comunitarias, pero dice que «preferentemente» deben ser las hospitalarias.
Guzmán valora esta mención, convencido de que debe englobarse a todas para facilitar la vida a aquellos pacientes que no viven en grandes ciudades ni tienen fácil acceso a un hospital. Lo mismo ocurre con las flores que quedaron excluidas al principio y que el texto final recoge «trípticamente» para valorarlas como proyecto experimental.
De la misma manera, la prescripción se ha extendido al final a «profesionales sanitarios», aunque dejando clara la preferencia de que sean los especialistas del área de cada paciente a tratar.
Sobre ello se pronuncia el experto en dolor: De Santiago puntualiza que el médico debe sentirse «seguro» de que lo que está recetando también lo es, por lo que, al menos al principio, mientras avanza la experiencia, deben ser los especialistas y con formación específica en cannabinoides los que receten estos medicamentos.
Porque, como fármacos que serán, no hay que olvidar sus contraindicaciones: no deben usarlos embarazadas, personas con afecciones cardiovasculares ni, sobre todo, con antecedentes de trastornos psiquiátricos o un historial de abuso de tóxicos.
Tampoco sus efectos secundarios: es una sustancia psicoactiva que «coloca» y que, como otros psicofármacos, puede producir deslocalización, mareo, sensación de cansancio o pérdida de memoria a corto plazo o incluso «un mal viaje», entendido como fobia, paranoia o ataque de ansiedad y que, en un extremo, puede desembocar en una psicosis, añade el catedrático.
EVITAR EL AUMENTO DE CONSUMO
Uno de los mayores temores que frenaban este paso era el miedo a un incremento del consumo; es por ello que Guzmán urge a las administraciones a acometer programas de formación y concienciación.
«Los programas de dispensación que han llevado aparejados otros de educación han tenido mejores resultados que programas completamente mercantilistas y de libre competencia. La gente debe comprender que un medicamento, por serlo, no tiene por qué ser bueno para una persona que no esté enferma. Yo no me doy quimioterapia si no tengo cáncer ni me tomo un antibiótico si no tengo infección. Es fácil de entender», resume.
Todo lo dicho hasta aquí se tiene que regular aún y el Congreso ha dado a la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS) seis meses para hacerlo; Guzmán no desconfía y muestra su deseo de que «para navidades el primer paciente pueda estar accediendo a su medicamento en una farmacia». A partir de ahí, es cuando empezará de verdad el rodaje.
Carola Pérez es algo más escéptica «tal y como está la sanidad»: valora este «paso de gigante» que le ha costado siete años de lucha, pero necesita ver las recomendaciones, que se le quedan «algo cortas», plasmadas en el mundo real, afirma con voz quebrada.
Para los pacientes que representa, es «un primer paso muy importante también a nivel emocional» porque llevan «años en el mercado negro siendo prejuzgadas, estigmatizadas, sin compañía ni seguridad jurídica ni sanitaria».
«Y ahora, por fin, se reconoce que no somos delincuentes», aplaude.