El palista gallego David Cal se convirtió este miércoles en el deportista español más lauredo en los Juegos Olímpicos, después de sumar una medalla de plata en la final del C-1 1.000 metros y atesorar ya un total de cinco preseas.
De este modo, cerca de cumplir los 29 años, ve cumplido su objetivo de convertirse en ‘leyenda’, como rezaba el eslogan de su web. ‘Navegando hacia la leyenda’ fue el mensaje usado por el de Cangas de Morrazo para motivarse de cara a Londres, una cita donde aspiraba a retos mayores, que tuvo que descartar finalmente.
Así, este introvertido deportista, que con el paso de los años ha ganado en desenvoltura ante los medios de comunicación y que prefiere competir solo para no depender de nadie, saltó a la actualidad hace ya ocho años, siendo uno de los grandes protagonistas en Atenas 2004 al conquistar dos metales, el oro en C-1 1000 metros y la plata en C-1 500.
Sin embargo, desde entonces se convirtió en una baza fiable allá por donde compitiera y no falló durante su siguiente ciclo olímpico. Abanderado, en sustitución de Gervasio Deferr, en la Ceremonia de Apertura de Pekín, aunque ya lo había sido en la Clausura de la capital griega, en China volvió a coger un papel protagonista que no le hace sentirse en exceso cómodo. No consiguió ser campeón, pero se llevó otras dos platas en las mismas distancias.
Eso le permitió alcanzar al ‘pistard’ Joan Llaneras y la tenista Arantxa Sánchez Vicario con cuatro metales. Entonces, encontró su motivación para seguir ocupando más de 1.000 horas al año en entrenarse en Cervo, Lugo. «Si no tienes motivaciones, no puedes rendir bien. Si tienes motivación y tienes ganas, lo puedes conseguir. Es una motivación extra», señalaba en 2010, en relación a convertirse en el más laureado.
Camino hacia una leyenda
Y para ello, decidió añadir dificultad al reto, entre ceja y ceja desde Pekín, quiso ‘doblar’ los 1.000 metros con los 200, sustituta de la desaparecida de 500 metros, todo un riesgo por ser una de resistencia y otra de velocidad. Además, debía afinar su puesta a punto en dos años, ya que 2009 lo había usado para desconectar y preparar con su técnico, Suso Morlán, su proyecto.
Así, un Cal, más abierto y con más soltura ante los medios, pero con la misma modestia y el mismo incansable afán trabajador que le ha caracterizado siempre («Cuanto menos cambie mejor, pero hay cosas que inevitablemente cambian. Pienso que no es positivo que se te suba el éxito a la cabeza», apuntó), empezó a preparar su ruta hacia la ‘leyenda’.
Sin embargo, encontró complicaciones, como los selectivos federativos que tuvo que pasar para poder optar a clasificarse para los Juegos, imponiéndose en el kilómetro a José Luis Bouza, y la aparición del joven Alfonso ‘Sete’ Benavides, que finalmente le arrebató la plaza en los 200 metros.
Por ello, tuvo que cambiar y destinar todos sus esfuerzos a su prueba predilecta, logrando el billete para Londres con el subcampeonato mundial en 2011, por detrás de su ‘bestia negra’, el húngaro Attila Vadja, que falló en la final de este miércoles y no fue rival para el gallego.
Con los objetivos claros y definidos, el pontevedrés centró todos sus esfuerzos en aprovechar la única ‘bala’ e la que iba a disponer, pero el incansable Cal, aquel que a los ocho años empezó en el deporte que más gloria le ha dado porque quería divertirse en verano, que prefirió ser canoísta a kayakista y que, pese a la dureza del invierno gallego, entrena cerca de casa para estar con los suyos, nunca había fallado, y en Eton Dorney tampoco lo hizo. Río 2016 sería ya el siguiente reto.
Estrella Digital/EP