jueves, octubre 10, 2024
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Maneras de sufrir, maneras de soñar, maneras de ganar

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Otro «doblete» histórico. El Atlético ganó en el campo, por la mínima, y se impuso en la grada, por goleada. Frío, lluvia… daba igual. Ni los espartanos hubieran conseguido doblegar en este ya mítico 17 de mayo de 2013 a unos parroquianos que sólo agacharon una vez la cabeza a lo largo de 120 minutos, cuando Ronaldo marcó su gol. Apenas fueron 20 segundos de silencio, mientras las estatuas blancas agitaban sus bufandas al viento, los que tardaron en volverse arriba y continuar con su repertorio melódico, el mismo que continuaría hasta altas horas de la madrugada no sólo en la Plaza de Neptuno sino en cualquier calle madrileña.

La Federación y quien sabe si la delegación del Gobierno habían privado a las aficiones de la habitual «Fan Zone», donde concentrarse y pasar un buen rato con los suyos (vergonzosa decisión que nunca más debería repetirse), pero los hinchas rojiblancos hicieron la suya propia en la calle Rafael Salgado desde tres horas antes del choque. En correcta armonía con los hinchas rivales, por mucho que a alguno de éstos no le sentara nada bien alguna que otra cantinela hacia su club, los únicos que sobraban allí eran los policías nacionales, sobre todo por la cantidad, que acordonaban todo y que lo único que hacían era molestar, como se demostró con la llegada del autobús del equipo rojiblanco, en torno a las 19:45 horas.

El excesivo celo que la policía montada empleó para hacer sitio al vehículo de los héroes (cuatro horas más tarde serían dioses para toda la parroquia colchonera) pudo poner la nota negra a la jornada, porque más de uno pudo resultar herido por las patas de los caballos, por mucho que alguno de éstos se identificara con los atléticos (un par de equinos bailaban mejor que sus colegas andaluces cuando la multitud entonaba lo de «quien no salte madridista es, es»).

Las ganas de marcha de los atléticos, muchos de los cuales se estrenaban en el Bernabéu por aquello de no haberse querido poner nunca las vacunas pertinentes (la «fiebre blanca» podría ser mucho más mortal que la negra para ellos), hizo que éstos fueran los que poblaran más rápidamente su fondo, para de paso dejar claro desde un principio desde dónde se iba a animar más a los suyos. A partir de ahí, en lo único que ganarían los blancos sería en el «muñequito» de su tifo, dado que el del Dios Neptuno era algo más corto y no llegaba hasta abajo.

La final del «lo, lo, lo, lo, lo»

La única tregua fue con el anuncio por megafonía de la llegada de S. M. los Reyes y del comienzo del himno. Ahí los dos fondos se hermanaron y cantaron al unísono el «lo, lo, lo, lo, lololololololo…». Ni un sólo pito, ni un sólo aspaviento de brazos ni dedo hacia el cielo. No es de extrañar que el de la megafonía se creciera y pusiera la versión maxisingle, para disfrute de la concurrencia y desesperación de televidentes catalanes o vascos que, por ejemplo, hubieran estado en la final de Copa precedente.

Tras finalizar con un sonoro aplauso el himno la única música que se oyó desde entonces salió del Fondo Norte, con la excepción de ese minuto siete en el que los blancos homenajean a Juanito Gómez y el trece en el que Ronaldo marcó el primer tanto del partido. Los atléticos, muchos calientes ya por dentro (los que más iban fueron los únicos que se perdieron algún que otro minuto del partido, con tanta excursión a los urinarios) y otros incluso por fuera, gracias a los calefactores del Bernabéu (un buen invento y atención al ciudadano del señor Florentino Pérez), se pusieron las pilas desde el pitido inicial y no pararon de animar a los suyos.

Ahí también se oía el «lo, lo, lo…» (aunque con otra sintonía distinta a la del himno) aunque lo que primaba era lo de «Jugadores, jugadores, hemos venido a ganar, que se enteren los vikingos, quien manda en la capital». La melodía creada por el Frente Atlético para esta final, que ya estrenaron cinco días atrás en el Calderón con la visita del Barcelona, fue aprendida de inmediato por los otros 30.000 rojiblancos que les rodeaban y, de haber mediado alguna discográfica en ese momento, bien podría haber estado ahora al frente de cualquier lista de «hit parade» que se precie.

Allí, salvo los 20 segundos ya reflejados posteriores al gol de Cristiano, nadie estuvo ni callado ni sentado durante un minuto seguido. A los cánticos se unían constantemente las emociones del juego, que tuvieron primero su punto álgido con el tanto de Diego Costa y, sobre todo, con la simulación del gol de Pantic de la final copera del año del doblete que protagonizó en esta ocasión Miranda. En ese momento nadie era desconocido en el fondo norte. Lo mismo uno se abrazaba con un familiar que con un tipo con pinta de drogodependiente de las Barranquillas.

Las «maneras de soñarr» de los prolegómenos, que recordó Sabina en su himno atlético, dieron paso durante el choque a las «maneras de sufrir», que se repitieron hasta la saciedad con los tres tiros al palo de los madridistas y las jugadas que tuvo que salvar milagrosamente Courtois, y culminaron con las «maneras de ganar» en cuanto el colegiado pitó el final. Más abrazos con el de las Barranquillas, más besos a los amigos y familiares, lágrimas de alegría por las mejillas…

Catorce, quince años, qué más da los que habían pasado desde el último triunfo ante los rivales capitalinos. No sólo se había puesto fin a una maldición sino que se había logrado en la única vez en ese periodo de tiempo en el que había un título en juego, y encima en casa del enemigo, por mucho que en este encuentro sólo se hubiera visto a la mitad de su parroquia (los únicos claros que se veían en las gradas estaban en la zona merengona), aunque no escuchado (ni al principio, ni durante ni al final del choque, donde apenas quedaron unos cientos en cuanto concluyó el partido).

Al más puro estilo de Neill Armstrong en la luna, o del mismísimo Jorge Lorenzo cuando ganaba por primera vez en los circuitos, Koke terminó colocando una bandera rojiblanca en el mismo centro del Bernabéu cuando los héroes se retiraban a los vestuarios. El campo maldito ya es tierra santa conquistada por los rojiblancos.

M. A.

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