La afición atlética, una vez más, respondió a la llamada del club y acompañó a Villa en el día de su presentación. Hubo más incluso que cuando llegó Falcao, más que con ninguna otra presentación de un futbolista en el Calderón. El club, cuya cabeza visible es Cerezo, no estuvo a la altura. Una vez más.
Dos tribunas principales: una al sol y otra a la sombra. ¿Cuál habilitó el club para que sus hinchas esperaran al nuevo fichaje? La del astro rey, en la que hacía casi 40 grados centígrados. El fondo norte, el del Frente Atlético, sí tenía sombras, pero ahí no cabían los miles de seguidores a los que, aunque nunca les ha hecho falta motivación alguna, el título de Copa del Rey ha hecho creer más aún en los suyos.
Empezaron a entrar a las siete de la tarde y, según iban llenándose las gradas, a nadie importaba que una hora más tarde, a la que creían que iba a saltar Villa al cesped, allí no apareciera nadie. Cánticos y más cánticos que se repitieron para recibir al asturiano con una ilusión desbordante.
¿Qué cómo premió el club esa fidelidad y esa paciencia? Pues permitiendo a los guardias de seguridad primero, y a los policías nacionales después, que placaran y agredieran, respectivamente, a los que tan sólo querían que el «Guaje» les firmara un autógrafo. Ni iban a agredirle a él, ni al árbitro invisible, ni tan siquiera a Cerezo. Cinco letras, las del apellido de David, era lo único que reclamaban. A cambio se llevaron cinco empujones, cinco agresiones.
La medio invasión final sí podría haber terminado mal, sobre todo si esos valientes hubieran intentado vengar las afrentas y vejaciones sufridas por las fuerzas del orden. Pero ellos seguían a lo suyo, a intentar tocar a Villa, a verle de cerca, a pedirle más firmas. Los otros también seguían a lo suyo, a lo de siempre, a lo que nunca deberían hacer los guardianes del orden. ¿Les pedirá perdón Cerezo a esas personas agredidas? Apuesten a que no. No perderán.