sábado, octubre 12, 2024
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El artista del hambre

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Tal es el desastre montado en los alrededores del Madrid, que en la previa apenas se comentó la vuelta de Casillas y los colores fosforito. El partido estaba estigmatizado de antemano. Una estación de paso hacia algún lugar irremisible. El fondo de un pantano quizás, o uno de esos desguaces gigantescos de las afueras de la ciudad en el que las berlinas de gran cilindrada se reciclan en montones de acero de uso industrial. Y sin embargo, hubo un rumor en el segundo acto de estructura antigua sometida a gran tensión. Como si un proceso geológico empezado en pretemporada, hiciera al Madrid moverse por primera vez en una dirección concreta.

Una goleada hubiera traído gran lamento general. Un equipo cargado de oro que se ensaña con el débil. Un resultado corto hubiera hecho mover la cabeza al hombre sabio que vela por la justicia en el fútbol y más rechinar de dientes para el resto de la semana. Una derrota sería causa de extinción inmediata y se despeñaría a varios jugadores contra los perros. Por tanto, y como siempre, al Madrid sólo le quedaba ganar.

En el inicio estuvo el fútbol antiguo al que parece querer volver Anchelotti. Un 442 con Di María como embajador del caos, Illarra dictando sencillez, Benzemá distribuyendo en la mediapunta y Modric encendiendo la luz. Había energía pero se perdió en jugadas abortadas en el tercer escalón. Parece que falta un jugador en cada triangulación o que la pelota no circula a la velocidad adecuada o quizás el receptor lleva dentro todavía el mecanismo fulminante de la anterior temporada. Aún sin el soplo para que la pelota fluya en tres cuartos, Marcelo fue la diferencia con los hormigonados partidos precedentes. El balón saltaba con soltura hasta la mitad del campo contrario y ahí se cambiaba de orientación hacia la zona de Di María, hipervitaminado y con una tendencia magnífica a ensañarse fatalmente con las jugadas que él mismo ha diseñado. El argentino parece que antes de acabar una ejecución ya está pensando en la siguiente. Y esta era la forma de operar en el régimen de José. Cada jugada como ocasión de gol o pérdida colosal; un caos colectivo con una estricta disciplina interna atada a las diagonales de Cristiano. Y ahí, los pases combados de Di María mataban al contrario. Chupón de patio, todavía no parece entender el cambio de signo, y convirtió una primera parte que debió ser ordenada, en una selva con notables detalles entre los que sobresalió el gol antiquísimo de Cristiano. Pase en parábola de Marcelo que se queda mirando asombrado de lo que va a pasar; defensas que pierden la referencia y se chocan entre ellos; y del tumulto, emerge Cristiano que salta dos minutos antes, exhibe su halo y engancha un cabezazo picado que repetirán mil veces en el parte. La celebración fue la parada nupcial del pavo que tanto se celebra en nuestros barrios.

Después del gol hubo un valle muy amplio en el que apenas pasó nada; un tono moroso que no quedaba claro si era pasividad, órdenes de arriba o inoperancia. A Modric le derribaron en el área y como represalia paró con la mano una jugada en la que Casillas salió de mala manera. Casillas tiene miedo, y a su cuerpo de cristal se le empieza a transparentar la espina dorsal; rasgo prehistórico inmune a las últimas corrientes evolutivas.

No podemos citar a Varane porque nadie lo vio. Es un defensa imperceptible excepto cuando juega en largo con suavidad; contrapunto para nuestras dos bestias, a las que apacigua con su silencio elegante. Hubo un plano desasosegante de Pepe bañado en sangre seguida de una carrerita de Ramos por la banda que saludó con simpatía a la afición. Y hubo también una patada magnífica de Modric, que cazó a un danés indeterminado, excitando al antimadridista de guardia en el bar, que braceó peligrosamente. Se le llamó al orden y así acabó la primera parte.

El hilo que cosió al equipo a la goleada fue Di María. Lleva corriendo desde la pretemporada y cuando es capaz de interiorizar la pausa que este equipo necesita, las conexiones surgen de una forma espontánea, burlona y fulminante. La primera parte emborronó los salones y en la segunda convirtió el caos en seda y la seda en gol. El segundo de Cristiano fue un ejemplo. La jugada llegó en vaivén al interior del área, donde Benzemá la hizo quieta y todos intuimos un hueco por donde colarnos. Taconazo del francés y Di María que se la pone de rabona. Un gol imaginado en el extrarradio y dibujado entre la pausa y el vértigo que debe ser ya la marca de agua de estos jugadores.

Saltó Isco al campo con los cuartos traseros de Beyoncé y ese trotecillo sexy. Ya con el Madrid dominando los espacios y los tiempos, hizo un amague en el área en una jugada que acabó ciega. Volvió a clamar el antimadridista por el tiro que no fue. Grandes voces y ya sabemos otra suerte que le está vedada al jugador Real: el amague con sorna intencionada.

Tuvieron sus minutos los canteranos, con Jesé corriendo despavorido y Morata al que le falta definir sus cualidades, o tiempo. Y tiempo no hay. Extraño momento cuando Benzemá deja el campo y el cartel de la Champions nos advierte que ha corrido más que la media del Madrid. ¿A qué velocidad imperceptible se mueve este chico? ¿Por dónde se desliza; hace algo que no vemos, en fuera de campo, quizás? Buen partido sin gol, y ya son poner pegas exigirle marcar a un delantero, incluso si es el mejor socio de Cristiano, que choca contra las costumbres de todos los delanteros centros conocidos, excepto de Karim.

Más goles y agitación y lo que es mejor: orden defensivo. El adversario fue inocente así que no se levantará acta notarial de la victoria. A última hora, en los minutos de descuento, estaba pactado un show de Iker dedicado a los más pequeños. Una parada heterodoxa en un uno contra uno; un córner en el que su no salida provoca cabezazo y rebote más mano salvadora; (combo Iker), una extraña parada final, un poco milagrosa, y besos y abrazos entre la concurrencia. Los niños se fueron felices a la cama y soñarán con el santo y un Cristiano suspendido por cables invisibles. Y con Di María que lleva corriendo desde que se escapó de la calle.

Real Madrid: Casillas; Carvajal, Varane, Pepe, Marcelo; Khedira (Morata, m. 74), Illarramendi, Modric (Isco, m. 66); Di María, Benzema (Jesé, m. 81) y Cristiano. No utilizados: Diego López; Coentrão, Sergio Ramos, y Arbeloa.

Copenhague: Wiland; Jacobsen, Mellberg, Sigurdsson, Bengtsson; Claudemir, Delaney; Gislason, Toutouh (Bolaños, m. 63); Braaten (Adi, m. 66) y Jorgensen (Kristensen, m. 72). No utilizados: Jensen; Remmer, Margreitter y Vetokele.

Goles: 1-0. M. 21. Cristiano. 2-0. M. 65. Cristiano. 3-0. M. 70. Di María. 4-0. M. 91. Di María.

Árbitro: Matej Jug . Amonestó a Modric y Delaney.

Unos 70.000 espectadores en el Bernabéu.

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