jueves, octubre 3, 2024
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Una estructura dañada

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Como una cinta infinita y homogénea decorada con motivos infantiles. Como una cinta que tiene un movimiento armónico aunque indefinible. Como una cinta a la que si cortamos un trozo cualquiera, es exactamente igual a otro trozo de la misma cinta en otro momento. Pero llegado un tiempo, en esa cinta los motivos comienzan a dañarse y se repite también ese daño inserto en el mismo movimiento. Y más adelante aún, la cinta desciende de velocidad hasta que los que la miramos, somos conscientes del sitio exacto donde está el motivo dañado que se repite. Y aún así, no se puede hacer nada, no hay forma de sustituir el elemento corrupto sin cambiar la estructura de la cinta. La estructura, que es la cinta misma, y si se cambiara, se disolvería la ilusión conseguida. La estructura; la más perfecta y a la vez extraña de las que ha conocido el mundo del fútbol. Ha ido mutando hasta llegar a un punto de no retorno en la Eurocopa 2012, en la que se pervierten las leyes del juego. No hay motivos para alcanzar las porterías. Se confía en el sistema hasta el final. El sistema consiste en la idea más simple de todas: tener la pelota. Habrá una ocasión tan clara que al que allí estuviera no le quedará más remedio que meterla. Los otros no tendrán respiro. No habrá juego tal como se da en el patio. Un toma y daca. Aunque existe una sombra infantil que sobrevuela la selección: chicos de baja estatura que burrean con fintas al gigante, un cierto aire naíf en las declaraciones, todos  tan amigos desde tan lejos. Aunque lo parezca, no hay tal. Es un trabajo milimétrico y engarzado al detalle. Un orden muy asumido, que sólo se desordena cuando lo dicta Iniesta. Y en ese caso, sí surge una jugada que no venía precedido de ningún estallido. Una vez hecho el gol, el partido ya estará muerto pues a los niños no es posible quitarles la pelota.

El partido era contra Bielorrusia y se jugaba en provincias. Xavi no estaba de acuerdo con el césped aunque no dijo nada. Bielorrusia era un adversario ordenado como todos los pequeños, y a la selección le quedaba el honor de desordenarlo. No lo consiguió en todo el primer tiempo, que fue un espanto para un observador imparcial, porque este juego si no fluye choca y choca contra defensas cerradas y llega un momento en que hay jugadores absolutamente parados sobre el césped, mirando, perplejos porque el contrario no se les abra en abanico y coree con palmas la infalible secuencia de pases. Se cierran y no hay manera, dice con desaprobación el comentarista, y parece que hablara del drama de las discotecas en España con un grupo de chicas en formación bielorrusa impermeables al asalto.

Xavi tocó el balón cientos de veces y a estas alturas está cerca del millón de pases.  Se imagina uno que en el momento en que los cumpla, se parará el fútbol durante unos instantes y el noi pedirá tres deseos: que cesen los pelotazos en el mundo, que todo  césped sea moqueta y que se prohíba el chut como resto último del patriarcado. Y muy a su pesar, Xavi marcó en la segunda parte en una jugada llena de rebotes que conviene borrar de las hemerotecas. Anti-fútbol y el partido en el zurrón.

En el descanso, Del Bosque sacó a Iniesta –que como dice el bolero: sin él no somos nada-, sentó a Michu, al que le queda enorme el traje de delantero centro falso nueve; y no tiene ni la elasticidad, ni la técnica ni el nombre para brillar. Y, además, se inventó una defensa de tres con Pedro de falso lateral. Algo se agitaron las aguas pero siguió el aburrimiento incrustado en la mediapunta rival. Mucho pasmo, nulo desborde y ganas de congelar el balón y subastarlo para beneficio de las víctimas de la posesión Española.

El detalle del partido fue un taconazo de Pedro que abrió el horizonte a Ramos que metió un pase para el cabezazo de delantero antiguo de Negredo. El de Vallecas, parece que no cuadra con el resto, pero tiene una energía que irradia sobre el equipo entero y es para tomarla en cuenta. Pedro es un jugador encomiable, que es adjetivo futbolero y debe significar que es gran muchacho cumplidor con los recados. Hubo trescientos cincuenta pases más y un error en el centro del campo de la selección que propició una contra de los bielorrusos como una dentellada para el orgullo Español. Ahí se murió el partido con una sensación de caída suave en el pozo de los vulnerables. No hay dramas en esta selección. Todo parece que se asuma con naturalidad. Se ha pasado de una continua lección de juego y de moral  a los contrarios, a ganar jugando mal como experiencia transitoria hasta que nos encontremos otra vez de frente con el genio, o hasta que el mecanismo se atrofie definitivamente y una nueva estructura barra los restos de la antigua.

España: Valdés; Arbeloa, Piqué, Ramos, Monreal (Iniesta, m. 46); Busquets, Xavi, Cesc (Koke, m. 83); Silva, Michu (Negredo, m. 56) y Pedro. No utilizados: Casillas, Reina; Alberto Moreno, Juanfran, I. Martínez, Mata, Jesús Navas, Isco y Mario Suárez.

Bielorrusia: Gutor; Balanovich, Martynovich (Kislyak, m. 79), Filipenko, Verkhovtsov, Bordachev; Kalachev, Tigorev, Dragun, Putsila (Kornilenko, 76); y Radionov (Krivets, m. 54). No utilizados: Chernik, Veremko; Veretilo, Trubila, Kornilenko, Volodko, Bressan y Sitko.

Goles: 1-0. M. 60. Xavi. 2-0. M. 77. Negredo. 2-1. M. 88. Kornilenko.

Árbitro: I. Bebek (CRO). Amonestó a Martynovich, Piqué, Bordachev, Kalachev y Verkhovtsov.

Unos 20.000 espectadores en Son Moix.

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