jueves, octubre 3, 2024
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El universo correcto

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Fueron dos semanas sin el Real Madrid, que son para el buen hincha dos semanas sin noticias de Dios, aunque con uno de sus emisarios en la tierra, el seleccionador nacional y último representante de Castilla la vieja en eurovisión, Don Vicente del Bosque, dando explicaciones innecesarias sobre el turbulento viaje de la selección al África negra. Extrañamente, no fue el equipo nacional –vestido como el Bayern de Munich, la morada de pep, ideólogo del todo y de la parte- , la casa de la virtud. Y se dibujó alrededor de él, un círculo de fuego tan parecido al que suele rodear al Real, con su moralina ignífuga y su pequeña inquisición, que desde lejos no se distinguía a quien correspondía el resplandor. Los que velan por todos nosotros, gritaban por las calles ofendidos. La roja no podía mancharse con la corrupción y el dinero de un régimen gobernado por un hombre negro, que habla como si lo hubiera doblado al español un supremacista blanco. Don Vicente, con ese Don inexpugnable que le han asignado por votación popular, defendía que ellos iban ahí (ahí!), para hacer feliz a la gente y de lo demás nada sabía. Y es cierto. Para que la tramoya futbolera se mantenga en pie, una parte del edificio se debe mantener libre de impurezas. El viento que corra por el césped, que no se anegue de la charca que lo circunda. Los hombres de corto y su proyección infantil, deben ser un afuera de la sombra. Es la pequeña verdad mentirosa que sostiene la literatura. Y que se funde con la nada si se amplía el foco de luz. Esa luz rencorosa con la que lidia todos los días el Madrid y que esta temporada aún no ha podido doblegarlo. Todavía hay tiempo.

De momento cayó Khedira sin que nadie sea culpable. Anchelotti se quedó sin su torre que guarda a la reina y barre los escombros. Habló claro el italiano. La disyuntiva era cambiar el sistema para acoger a un mediapunta –mucho follón entre tanta reinona-; o seguir con la misma táctica y poner a Casemiro donde estaba el alemán. Hoy, las bajas le hicieron la alineación a Carlo, y se redescubrió el 4231, ese arbolito de navidad que gusta a chicos y grandes y donde Isco, al que todos desean, tiene acomodo.

En el principio funcionó el nuevo vestido, con Cristiano viniéndose desde todos los rincones y el resto de las piezas moviéndose hacia él o contra él o a su alrededor. Con Benzemá con la cabeza levantada escuchando las señales del partido. Y con Isco moviéndose por entre las rutas que le dejan libres. Apareciendo y cerrando las jugadas, como la del gol, con pase cruzado hacia Ronaldo que se adelantó a la defensa y la cruzó con una facilidad terrible, montado como está en la estela de un cometa, que sueña el madridismo que lo llevará a la décima antes de que se desintegre.

Duró la felicidad unos 20 minutos, en las que el Real consiguió borrar hasta el nombre de los jugadores del Almería. Pero había una amenaza, y era el solapamiento de Isco con los hombres de arriba. Y pasó. El andaluz comenzó dibujando excesivamente sus gestos, en sus minutos vanidosos, y se le fue apagando la energía hasta obstaculizar las rutas de paso de Cristiano y Bale. Bajó el fluyo y se rompieron las líneas con un doble pivote poco ajustado. Llegaron los rivales, amenazando quedo, con andanadas que eran un casi, pero con una finalización de cartón piedra. Y merodeando el final de la primera parte, la fiesta del Madrid parecía haber terminado, con el Almería creando peligro real y sólo Diego López interponiéndose entre el equipo y un nuevo melodrama.

Diego López, apedreado a las puertas del templo, un portero sin sombra pero con algo de icono incorruptible. El que guarda la puerta y nunca ceja. De repente, le da una tranquilidad al Madrid más allá de los niños infectados por la magia. Quizás no hace falta tener alas, y sí ser de bronce y tener una misión. Y Diego la tiene. Sólo defiende a un país, que es el madridismo, y no hay posibilidad de engaño en ello. El Almería se estrelló contra la confianza del gallego, y murieron todas sus opciones.

Al comenzar la segunda parte, Cristiano se retiró algo cojo y salió Jesé. Se habían ajustado las marcas y el Madrid cambió posesión por seguridad defensiva. Algo inmoral pero práctico cuando el juego no acaba de encontrar la puntada justa y la bóveda de Carletto se rompe por la mitad. Jesé ha sido orillado en la construcción de este Real por la danza continua de Benzemá, pero lleva dentro la disposición de los grandes. Realizó una maniobra a las puertas del área, entre el regate y la diagonal, y le prestó la pelota a Karim que ejecutó a su manera. Control orientado y la pelota dulce, a media altura por el sitio donde nunca está el portero. Ese fue el final del encuentro como disputa entre dos contendientes. El Almería sintió que sólo podía retrasar la ejecución corriendo contra la portería contraria, y el Real, con espacios, levitó sobre el césped amontonando las ocasiones que se convirtieron en goles de forma inexorable.

Hubo un momento Morata, en una vaselina para las repeticiones del telediario, y la pequeña redención de Isco, con un gol muy suyo, latigazo cruzado desde la frontal que revela qué tipo de futbolista es. Aquel que jugando un partido espeso, deja una asistencia, un gol, y crea un mundo imaginario cada vez que la pelota pasa por sus pies.

El madridista sueña de vez en cuando con partidos de este tipo. Victoria fácil, con alguna laguna que le permita a la hinchada enredarse contra sí misma. Goles en dosis masivas, con los canteranos correteando alegres por el campo. Muchos espacios y naturalidad en gestos y combinaciones. Un jugador que había sido castigado –Casemiro- y al que se descubre una joya incrustada en el empeine. Incluso una lesión leve de Ronaldo, que así descansará el caballo, como es, tozudo y genial. Una goleada sin el príncipe, que demuestre al bando contrario que hay vida en el más allá, y un juego diferente al de sus diagonales furibundas.

Reine la paz y la armonía. Goleada del Madrid a domicilio y canteranos haciendo el punto de cruz.

Ficha técnica

Almería: Esteban; Nelson, Torsiglieri, Pellerano (Tébar, m. 66), Trujillo, Dubarbier; Verza (Soriano, m. 58), Azeez, Aleix Vidal (Óscar Díaz, m. 74), Barbosa; y Rodri. No utilizados: Ustari; Rafita, Barbosa y Raúl.

Real Madrid: Diego López; Carvajal, Pepe, Sergio Ramos, Arbeloa; Xabi Alonso, Illarramendi (Casemiro, m. 73); Bale, Isco, Cristiano (Jesé, m. 53); y Benzema (Morata, m. 62). No utilizados: Casillas; Nacho, Modric y José Rodríguez.

Goles: 0-1. M. 3. Cristiano. 0-2. M. 61. Benzema. 0-3. M. 71. Bale. 0-4. M. 75. Isco. 0-5. M. 80. Morata.

Árbitro: Gil Manzano. Amonestó a Arbeloa, Sergio Ramos y Esteban.

Unos 15.000 espectadores en el Estadio de los Juegos Mediterráneos.

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