El atleta Yago Lamela fue encontrado muerto en su domicilio hoy a las seis de la tarde, según el diario asturiano «La Nueva España». Lamela, 37 años, fue un brillantísimo saltador de longitud, subcampeón mundial en Sevilla 1999. Desde entonces su carrera entró en un declive paulatino que lo llevó a la retirada en 2009.
Sus prodigiosas marcas, logradas de muy joven, lo convirtieron en una realidad del atletismo español y europeo. Su cénit fue el Mundial de Sevilla, aunque en París, en 2003 logró el bronce mundial.
El duelo en aquella tarde sevillana de 1999 fue memorable. Lamela logró saltar 8,56 metros, una marca inimaginable en un atleta blanco y obligó a que el súperclase campeón mundial cubano, Iván Pedrosa, volara en un salto prodigioso hasta el 8,62.
Las lesiones nunca dejaron en paz a Lamela, que pasó por un carrusel de entrenadores y depresiones. Su vuelo a por el bronce en París, en 2003 fue el salto del fénix. Desde allí comenzó una cuesta abajo llena de depciones, acompañada por un carácter rebelde y complicado.
Depresiones y hospitalizaciones que se sucedieron tras la retirada del atletismo profesional, ya con más de 30 años, dibujaba el retrato de un «juguete roto» más de la alta competición.
Yago Lamela fue un pionero a la altura de Severiano Ballesteros o Santana. La velocidad y el salto de longitud son espcialidades complicadas para los atletas de raza blanca y era un coto vedado para los españoles. A la falta de tradición española en estas especialidades explosivas respondió la aparición de un chico desafiante, que a los 15 años ya saltaba 7 metros en el foso.
Carlos Alonso y Juan José Azpeitia fueron sus entrenadores claves. Sus marcas, inauditas en España, provocaron incredulidad, que rompió a pedazos con su espectacular medalla mundial de plata en Sevilla. Pero allí, justo en ese momento de oro que fue plata, llegó a su culmen. Los 8,56 obtemidos en la máxima tensión, con toda la presión de un mundial, ante el mejor slatador de la época, Pedrosa, fueron su mejor marca personal de todos los tiempos.
Un tiempo que hoy se ha acabado, prematuramente a los 37 años, en Avilés.