Djokovic lleva un 2015 para enmarcar. Ha levantado seis Masters 1.000 y tres torneos del Grand Slam, además de ser el favorito indiscutible para levantar la antigua Copa de Maestros. Sin embargo, hace unos años el de Belgrado estaba completamente perdido en la tercera posición del Ranking, sin muchas opciones reales de alcanzar a Nadal. En ese momento, decidió dejar sus viejas costumbres a un lado y modificar un comportamiento que en la juventud le trajo más de un disgusto.
El serbio se dio cuenta de que para triunfar en el tenis son muy importantes las formas y comenzó un proceso para transformarse en un caballero, tal y como hizo Federer hace muchos años. El suizo dejó atrás en su momento su mal carácter, mientras que el actual número uno del mundo aprendió a controlar sus excentricidades, para centrarse de una vez por todas en el tenis.
En 2013, la elección de Boris Becker como entrenador asistente marcó un punto de inflexión claro en su carrera, pero la otra clave de su éxito llegó por su propia madurez. ‘Nole’ dejó de sentir la necesidad de sentirse un ‘showman’ y decidió dejarse de tonterías durante los partidos.
Para ello, una de las primeras medidas que tomó fue la de abandonar las ridículas imitaciones que realizaba y que le trajeron más de un disgusto. “Sentí que había ciertas miradas en el vestuario y que se me empezaba a cuestionar un poquito. Sentí que había llegado al límite y que era el momento de parar porque no quería perjudicar la relación respetuosa que tenía con los jugadores, sobre todo con los rivales top. No lo hacía para reírme de ellos sino para llevarle una sonrisa a la gente”, explicó en una entrevista a la CNN.
Su modelo, Federer
De hecho, el tenista, que está en disposición de superar a Nadal en número de Masters 1.000 conquistados, reconoció que ese tipo de acciones no le ayudaban a mantener la concentración durante los partidos. “Pero llegó ese momento que dije que tenía que dejar de hacer el payaso y dedicarme a jugar al tenis. Tal vez lo hago si el momento es el adecuado en los entrenamientos, pero tengo que tener cuidado de no ofender a nadie”, señaló el jugador, que está a otro nivel diferente al resto en estos momentos.
Sin embargo, el intento de Djokovic por convertirse en un caballero se ha quedado a medias en otros aspectos. Para empezar, ha querido contener sus ‘malas pulgas’ en los momentos delicados y su gran nivel le ha ayudado a reducir sus enfados, pero cuando le han venido mal dadas ha mostrado enfados sonados como el que protagonizó cuando reventó una raqueta en la final de Roland Garros o cuando la tomó con un recogepelotas en Miami. Asimismo, en el Open de Australia también recuperó su vieja manía de hacer teatro con las lesiones para enfriar los partidos en momentos delicados.
Más físico que técnico
Por otro lado, el tenista de 28 años no pierde la humildad pese al éxito y rechaza colocarse como el mejor tenista de la historia en el futuro, por muchos títulos que pueda ganar. “Es muy difícil comparar los jugadores de diferentes épocas y saber quién es el mejor de la historia. La tecnología es diferente, no jugamos con raquetas de madera como lo hacían antes, ahora es más físico, antes había más toque, más talento, tres de los Grand Slams eran sobre césped… no son comparables”, señaló el líder de la clasificación ATP
Por último, Djokovic confirmó que se esfuerza por modelar su carácter, para que no solo se le valore por sus condiciones como tenista. “No quiero que la gente solo me recuerde por ser un campeón del tenis o alguien que simplemente ganó muchos títulos, sino que quiero que se me recuerde por ser un hombre que tiene un tremendo respeto por el deporte, que se preocupa por llevar bien el nombre del mejor del mundo. Intento contribuir, junto a otros jugadores 'top', en todo lo que pueda para tener cambios positivos y para dejarle un mundo mejor a las futuras generaciones”, comentó el serbio.