Andy Murray ha abierto una nueva era en la ATP. Por primera vez en su carrera se ha coronado como 'Maestro' y finalizará el curso en lo más alto del ranking. Lo ha conseguido a sus veintinueve años, en su etapa de madurez, donde la consistencia se erige como su mayor virtud. Novak Djokovic, que hasta hace seis meses parecía imbatible, no encontró su mejor versión y sucumbió (6-3 y 6-4) ante el escocés.
Los dos contendientes pisaron el cemento del O2 Arena de Londres, aparentemente ajenos a la repercusión que generaba su choque. La experiencia en el ATP Finals distaba mucho entre ambos, con el serbio en busca de su sexta corona y Murray inmerso por primera vez en la última ronda. No era excusa para el escocés, que defendía el número uno conquistado recientemente en lo que ha sido el último partido del calendario.
Djokovic despojó cualquier tipo de duda, y refrendó en el inicio del envite las positivas sensaciones que dejó ante Nishikori, donde se vislumbró su versión de la primera mitad de temporada. Más problemas parecía atravesar Murray, al que se le notaba su excesivo desgaste en la semana, donde ha superado las tres horas de contienda en dos de sus enfrentamientos. Sin embargo, el tenista de Belgrado, que había firmado sus dos anteriores servicios en blanco, fue el primero en afrontar obstáculos.
Fue en el sexto juego, que se prolongó hasta los casi diez minutos. Ahí los dos adoptaron su juego más conservador, pero al contrario que en los primeros compases, Murray adquiría protagonismo. El escocés varío su juego, con un revés cortado al que recurrió en más de una ocasión. Fue su revés, y su juego a la contra, sin embargo, lo que más inquietó a un Djokovic que erró más de la cuenta. Salió airoso Novak, que mantuvo el pulso en los momentos delicados y mandó al traste dos opciones de rotura de Murray.
No corrió la misma suerte dos juegos después, cuando Murray se erigió en un frontón a la espera de los errores de su rival, que llegaron. El británico, lanzado, servía para cerrar la primera manga. Y de nuevo tendió la iniciativa a Djokovic, que cayó en la trampa. No carburó con la derecha y sus excesivos errores propiciaron que a las primeras de cambio Andy cerrara el acto (6-3) y diera un vuelco a esas quinielas que pronosticaban un triunfo de Nole.
Murray aprovechó la inercia para clavar la última astilla a Djokovic en el arranque de la segunda manga. El escocés exhibió una consistencia encomiable, y el serbio fue incapaz de desarbolarle. A la cuarta el de Dunblane logró el segundo break del duelo, que consolidó inmediatamente después sin apenas oposición (2-0). Sólo habían transcurrido sesenta minutos, pero las sensaciones eran muy favorables a Andy, que pronto se encargó de evidenciar el nuevo cambio de hegemonía.
Suelto a la contra, con un revés que hallaba líneas con facilidad, Murray firmó una nueva rotura (5-1). El final parecía escrito, pero Djokovic despertó en un último intento por brindar algún ápice de su mejor tenis. Su reacción fue suficiente para hacer temblar al escocés (5-4), siembre abriendo ángulos. No obstante, el dos veces campeón olímpico demostró que su figura ha cambiado. Abandonó los nervios que afloraron en su muñeca y certificó un triunfo que no sólo le convierte en maestro por primera vez, sino que le permite cerrar el curso en lo más alto del ranking y abrir una nueva era en el circuito, algo difícil de esperar hace sólo seis meses.
Alberto Puente