Las cuatro finales de Copa Davis que ha perdido a lo largo de su historia Argentina son parte del pasado. El presente es glorioso, después de haber consumado la ensaladera este domingo. Lo tuvo perdido el equipo celeste, cuando Cilic ahogaba a Del Potro. El tandilense reaccionó, consciente de que su regreso al circuito, después de tanta lesión, no podía ser en vano. Remontó dos sets adversos y ganó tras cinco horas de lucha. Delbonis y Karlovic, que hasta el momento habían pasado desapercibidos, asumieron toda la responsabilidad. Y ahí decidió el argentino, que cuajó una actuación soberbia.
Argentina, contra las cuerdas
La jornada del viernes atendió a la lógica. Cilic y Del Potro impusieron su superioridad y lidiaron con la condición de favoritos que se les otorgaba antes de los envites. No sin sufrimiento, eso sí, pues ambos cedieron sets. Dos se dejó el croata, al que al final su servicio le guió al triunfo. Esa misma baza trató de usar Karlovic frente al líder del equipo celeste, pero a pesar de sellar más de una treinta de aces, fue incapaz de herir la derecha bien carburada de su rival.
El dobles se erigía como un punto tan clave como incierto. Volvieron a saltar a pista los números uno de cada país, esta vez junto a sus respectivos especialistas en esta disciplina. Se vislumbró una superioridad croata, gracias en parte a un Dodig inmenso. Cilic, en la red, se mostró habilidoso, y descolocó a un Mayer. Del Potro, todo sea dicho, también evidenció su vulnerabilidad. La diferencia se halló en los momentos cruciales, donde Croacia mandó tras imponerse en dos tie-breaks.
Del Potro mantiene vivo el sueño
Lo tuvo perdido Argentina en el primer duelo de la jornada decisiva, cuando Cilic se empeñó en demostrar que es bastante más que un sacador. Su derecha arañaba el revés de Del Potro, que no encontraba la forma de herir a su rival. La constancia fue su mejor fórmula, pues con todo de cara (7-6, 6-2) los nervios afloraron en la figura del croata. Su primer servicio no entraba, y el tandilense, que siempre creyó, aprovecho el mínimo resquicio para agarrarse al duelo (7-6, 6-2, 5-7, 4-6).
Ahí ya era cuestión de sensaciones, con más de cuatro horas de partido transcurridas y con el público en ebullición, haciendo caso omiso a las exigencias del juez de silla, que clamaba silencio. Del Potro encontró su temeroso drive y culminó una remontada de ensueño, de esas que perduran en el tiempo. Todos se habían encomendado a él, y el argentino vivió un momento de éxtasis, después de ser tan lastrado por las lesiones en los últimos cursos. Eso sí, su alegría fue contenida, pues aún quedaba rematar la faena.
Delbonis rompe la maldición
Delbonis y Karlovic. Los hombres que menos focos habían atraído durante el fin de semana, serían los encargados de decantar la balanza de uno u otro lado. La baza de Karlovic era únicamente el servicio, y no le funcionó como quisiera. Un problema mayúsculo que se tradujo en el juego, donde el argentino siempre dominaba en los intercambios largos. Sí saco cierto provecho en la red Karlovic, pero no fue suficiente.
Delbonis parecía tocado por una varita mágica, como así demuestra el puñado de globos que le hizo a un hombre de 2,11 metros. Restos ganadores, bolas de fuera a dentro… Siempre cómodo, por encima en el marcador no mostró flaqueza alguna el argentino. Así, como si nada fuera con el, venció (3-6, 4-6 y 2-6) en poco más de dos horas y otorgó su país su primera ensaladera. Un triunfo heroico que hace olvidar las cuatro finales que han perdido a lo largo de su historia. Eso ya es pasado, el presente es otro.
Alberto Puente