Sólo restan ocho supervivientes en Melbourne. Y salvo dos, Dimitrov y Vandewegue, el resto supera la treintena. Muchos, incluso de forma holgada: Lucic-Baroni (34), Venus (36), Serena (35) y Federer (35). Los tenistas cada vez emergen más tarde, ya que las trayectorias profesionales se prolongan hasta fechas que antes eran impensables. Sin embargo, la penúltima generación ha carecido de mentalidad y talento para desbancar a un ‘Big Four’ que parece interminable. Sólo Zverev, una mera excepción, da síntomas de erigirse en un relevo real.
La estampa que nos deja el Abierto de Australia tras diez días de competición es un recuerdo al pasado. Tanto por la supervivencia de Nadal y Federer en el cuadro, ya como máximos aspirantes, como por la nueva emersión de Dimitrov. Un 2017 muy similar a lo que aconteció en la temporada 2009. Son muchos los que ansían una final histórica entre dos leyendas, pero de producirse, se destaparían las carencias del tenis actual, donde ninguna generación ha irrumpido con la suficiente fuerza como para desbancar a los que suman más de una década de éxitos.
Hay dos duelos significativos que reflejan el fracaso de una generación: los octavos de final entre Nishikori y Federer y la antepenúltima ronda protagonizada por Nadal y Raonic. El suizo pasó apuros, pero a sus 35 años doblegó al nipón, que no termina de carburar en estas grandes citas. El español, este miércoles, no ha cedido un solo set pese a cruzarse con un hombre que se encuentra en su plenitud, y que defiende el tercer escalón del ranking. Y todo, sin que los dos veteranos hayan tomado apenas ritmo en el circuito tras sufrir lesiones el pasado año.
Dimitrov, explosivo en su juventud y estancado hasta el cierre de 2016, era otra prueba significativa. Él, al menos, ha sido colarse en semifinales. Si esta temporada culmina su explosión, habrá demostrado otra de las importantes carencias que sufre el tenis actual la tardía emersión de los jóvenes talentos. Si bien ahora las trayectorias profesionales se prolongan cada vez más, no es escusa para que los jóvenes puedan irrumpir con cierta fuerza en el circuito.
Pouille es el claro ejemplo de una progresión tardía pero acertada. Lo contrario a lo que ofrecen jugadores como Kyrgios, capaces de desbordar a cualquiera, pero que carecen de la consistencia suficiente para lograr unos resultados regulares. Falta de madurez en las principales figuras, que han contado con el dinero suficiente como para hacerse un hueco, como sucede con Tomic o en el pasado con el ya olvidado Gulbis. La única excepción en la actualidad es Zverev, que a sus diecinueve años oposita para finalizar este curso en el Top Ten.
La paradoja se acrecienta en el cuadro femenino, donde las hermanas Williams, pese a no encontrarse cómodas en los últimos meses, han alcanzado también la penúltima ronda sin excesivo desgaste. Calidad, sí, y fortaleza mental, también. Este abierto de Australia es un viaje al pasado y un recado al tenis actual, carente en líneas generales del esfuerzo de antaño. El famoso ‘Big Four’ parece que aún puede campar a sus anchas en el circuito.
Alberto Puente