Hace poco más de un mes un nombre resonó por encima del resto tras consumar una hazaña histórica. Jelena Ostapenko, sin apenas triunfos en las grandes citas, derribó a todas sus rivales hasta alzar la ‘Copa de los Mosqueteros’ con tan solo veintiún años. Su tenis, agresivo y lanzado reflejó el desparpajo de una joven que en Wimbledon tampoco se ha escondido y ha llegado a pisar la antepenúltima ronda. Su emersión se asimila en ciertos aspectos a la protagonizada por Garbiñe Muguruza, asentada ya en la élite.
La tenista española disputará este jueves su tercera semifinal de Grand Slam. En Wimbledon ha pillado a casi todos por sorpresa. Su mala imagen en Eastbourne desató unas alarmas que ha apagado de un plumazo. Y la diferencia entre lo que va de año y lo que ha vivido en el All England Club es simplemente su compañía. Con Sam Sumyk al margen por motivos personales, Conchita Martínez tomó el relevo. Curiosamente también es otra española, Anabel Medina, la que entrena a Ostapenko.
Garbiñe encuentra la tranquilidad
“He mejorado cosas que antes me eran más complicadas”, ha señalado. Lo cierto es que ese ‘plan b’ que le ha fallado en los últimos meses ha aparecido de nuevo, como en la recta final de 2015. Capacidad para aguantar los intercambios en los momentos más complicados, sin buscar el ‘winner’ de forma inmediata. Pero sobre todo, la española ha hallado paz. No ha perdido los nervios, no se la ha visto rebatir a Conchita como a su entrenador.
La relación entre ambas es estupenda. Conchita se ha erigido como el timón del tenis español tras situarse como capitana de la Copa Davis y la Copa Federación. Bajo el combinado nacional Muguruza ha rendido a un alto nivel. Entiende a Conchita, a sus éxitos, y aspira a sucederla bajo una bandera española que ella misma eligió pese a las promesas de una Venezuela a la que la unen infinidad de raíces. Los frutos de su unión con Conchita son irrebatibles, y sus resultados, se alejan de ser una mera casualidad.
Ostapenko explota con desparpajo
Extrapolable, sin duda, a lo que ha sido capaz de conseguir otra española, Anabel Medina. Cerca de cumplir los treinta y cinco, se retiró del tenis individual en 2014. Sin los éxitos de Conchita, pero con once títulos individuales y 28 en dobles para nada despreciables. Su vinculación al tenis es total, y actualmente es la directora del BBVA Open de Valencia, un ITF de 25.000 dólares. Además, sus buenas relaciones la han llevado a moverse con Gonzalo López, el entrenador de toda su vida, y guiar a algunas tenistas.
Una de las bendecidas ha sido Jelena Ostapenko, que desembarcó en París el pasado mes de junio como una completa desconocida para el gran público, y acabó ante una abarrotada Phillipe Chatrier con más de 10.000 personas reclamando un autógrafo. Anabel la ha ayudado tácticamente, y la ha adaptado al juego que más triunfa en la actualidad. A base de golpetazos, la letona triunfó en Roland Garros.
Un guion que pese a ser previsible, es complicado de frenar. Mucho. La potencia de su derecha superó a casi todo el circuito masculino. Anabel, con experiencia ante los medios, ha conseguido que su pupila mantenga la calma tras el éxito consumado. La valencia está contenta del papel de Ostapenko, que ha firmado los cuartos de final en Wimbledon y ha demostrado estar capacitada para mantener una buena línea. Dos tenistas que triunfan avaladas por dos entrenadoras españolas. La generación exitosa en las pistas se traslada a los banquillos.
Alberto Puente