En dos semanas Garbiñe Muguruza ha refrendado que en su interior brota un tenis superlativo. El mismo que mostró en Roland Garros hace poco más de un año para tumbar a Serena Williams, la misma a la que idolatraba de niña. Este sábado en Wimbledon buscará, a sus veintitrés años, el segundo Grand Slam de su carrera. Curiosamente su rival será de nuevo una Williams, pero en este caso Venus, que a sus 37 años se muestra incombustible. Buen reflejo de ello son sus dos finales en majors este curso.
Pese a ser semifinalista en el All England Club en 2015, su avance a la última ronda puede considerarse toda una sorpresa. Entre sus dos versiones hay un abismo, y en los últimos meses se había empeñado en mostrar únicamente la más negativa. En Eastbourne cayó a las primeras de cambio. Fuera del 'Top Ten' afrontó una primeras rondas que solventó con cierta comodidad. El punto de inflexión, sin duda ante Kerber. Muguruza exhibió un tenis agresivo y acertado, capaz de sostenerse en los intercambios, que asfixió a la número uno del mundo. Ahí sí, se postuló al trono.
Ante Rybarikova la tarea no era sencilla. Nunca le ha gustado a Garbiñe llevar encima el cartel de favorita. Sí le motiva a la española competir en escenarios grandes, no se ha cansado de repetirlo. Y es ahí donde de momento ha fraguado su trayectoria. Ante la eslovaca fue un huracán que arrasó con todas las bolas que cruzaban la red. Rozó la perfección, literal. 11 errores no forzados y 22 winners. 19 puntos ganados a la red en 25 subidos, de un total de 60 puntos ganados. En definitiva, ejecutó milimétricamente el guión trazado en su cabeza ante una jugadora cuyo historial no era positivo (2-2).
Precisamente ese factor ha sido el que ha cambiado su ruta. La actitud a veces cuestionable con Sumyk, su habitual técnico, no se ha vislumbrado con Conchita Martínez. La capitana de Copa Davis y Copa Federación ha zanjado de momento el debate en palabras a RTVE. «Sumyk está fuera porque va a ser padre, pero él es el entrenador de Garbiñe. Sea como fuere, en estas dos semanas Muguruza ha entrado en sintonía con Conchita, a la que podría igualar como única española en conquistar Wimbledon y, además, igualarla en cosechas de Grand Slam (2).
La española camina sin duda hacia la historia. Nadie, apellido Williams al margen, había alcanzado dos veces la final de Wimbledon en tres años en este siglo. En un circuito donde prima la igualdad ella se ha encargado de erigirse como una amenaza constante. Sus tropiezos, varios, se suplen en las grandes plazas. Su patente superioridad en semifinales solo tiene como precedentes a nombres de la talla de Graf o Evert. Anda lejos de ellas, pero el futuro está por escribir. De momento, Garbiñe tiende un pulso a la historia.
Alberto Puente