Dos semanas después del US Open, y ya como número uno del mundo, Garbiñe Muguruza se presentó en Tokio como la principal favorita al triunfo. En su debut el pasado miércoles clamó venganza contra Mónica Puig, la puertorriqueña que le había apeado un año antes de los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro. El viernes refrendó ese buen nivel ante una dura rival como Garcia, numero 20 del mundo. La española, agresiva, exhibió su plan B como en semanas anteriores y sin apenas errores no forzados consiguió otro sólido triunfo (6-2 y 6-4).
Si en aquel partido respondió en cada momento decisivo, ante Wozniacki la española olvidó su mejor tenis. La danesa, tercera cabeza de serie, había sufrido en sus dos citas previas, pero ante Garbiñe sacó ese juego de fondo de pista con el que soporta cada intercambio. Desquició a Muguruza, y de qué manera, hasta conseguir que ésta no calibrara sus golpes. La española ni siquiera llegó a promediar un punto por juego en el segundo set, donde recibió un rosco.
No obstante, la derrota (6-2 y 6-0) no duele en exceso a la tenista nacida en Caracas. Su regularidad, algo de lo que carecía en el pasado, es un buen argumento para sostener ese trono que tomó tras Nueva York.
Alberto Puente