Este curso Rafael Nadal cumplirá 32 años, edad en la que en tiempos pasados muchos tenistas habían colgado la raqueta. Las circunstancias han cambiado y la longevidad en este deporte se ha aumentado de forma sustancial, pese a que algunos de los más veteranos emprendieron su andadura bien jóvenes. El español, que alzó Roland Garros a sus 19 años, es el más firme ejemplo de esta situación. El físico no le ha acompañado a lo largo de su carrera, pero tras un excelso 2017, está empeñado en afrontar un extenuante calendario que podría costarle el final de temporada, como ya sucedió el pasado curso.
Tal y como reflejó a principios de año, el balear ha confirmado su presencia en Queens, torneo en el que venció hace ya una década, cuando también levantó su primer Wimbledon. Así lo confirmó el torneo, con un vídeo en el que el español realizaba las siguientes declaraciones: Será el décimo aniversario de mi victoria ahí. Guardo un gran recuerdo de mi triunfo porque además tres semanas después gané Wimbledon. Fue un año inolvidable». Será la séptima vez que acuda al evento londinense, que se celebrará entre el 18 y el 24 de junio, como antesala a la cita en el All England Club de Tennis.
Tras cosechar malos resultados en Wimbledon en los últimos años, el español quiere llegar al tercer ‘Grand Slam’ del curso con algo más de rodaje. Sin embargo, resulta difícil de entender, ya que este evento se producirá inmediatamente después de la gira de arcilla, donde Nadal concentra gran parte de sus esfuerzos al ser el terreno más propicio para él y donde más tajada puede sacar. Tras Montecarlo, Barcelona, Madrid, Roma y Roland Garros, donde se espera que llegue a las rondas finales, apenas tendrá descanso antes de afrontar la gira de hierba, por lo que puede llegar realmente castigado a Estados Unidos.
La pasada temporada, aún sin citarse en Queen’s, Nadal acusó molestias en París y tuvo que retirarse en la Copa de Maestros de Londres. Esta misma temporada tuvo que posponer su estreno y abandonó su encuentro ante Cilci en los cuartos de final del Abierto de Australia. Tras ese mismo partido, el español se quejó de las pistas y Cilic le advirtió de que debía cuidar su físico. No ha sido el único, ya a finales de temporada Federer habló de su buena gestión del calendario tras evadir la gira de arcilla y resultar casi imbatible.
Nadal no parece haberles hecho mucho caso. En las últimas semanas se ha mostrado contrario a no acudir a la hierba o al mero hecho de renunciar a más torneos, pese a que las reglas le permiten hacerlo. Con la Rod Laver también entre sus prioridades la única respuesta es que reduzca su preparación para el US Open. Cualquier otra vía parece demasiado arriesgada si pretende conquistar esos territorios que aún no ha consumado, como el Masters 1000 de París o la ansiada Copa de Maestros. Nadal tiene hambre y ganas de competir, pero de momento no obedece a su físico. Ni tampoco a Federer.
Alberto Puente