La afición del Camp Nou vivió una de las noches más tensas que se recuerdan en los últimos tiempos en el partido de vuelta de cuartos de final de Copa del Rey ante el Real Madrid, un duelo protagonizado por las ensordecedoras pitadas que se llevó el central blanco Pepe tras su agresiva actuación en la ida, y por los nervios vividos en un tramo final no apto para cardíacos del que los blaugranas salieron victoriosos.
Ya desde la media hora antes del pitido inicial los culés demostraron al central portugués que no tendría una noche cómoda. Nada más saltar al césped, la escuadra blanca se llevó una intensa pitada de la media entrada que llenaba entonces el graderío.
Fueron veinte minutos de declaración de intenciones de la afición local que no parecieron asustar a Pepe, quien chocó la mano con detrás con Ronaldo, muy al estilo NBA, para dejar claro que no se iba a achicar por nada.
Sin embargo, tampoco lo iba a hacer el Camp Nou, que, tras desplegar el habitual mosaico de las grandes citas, elevó los decibelios a niveles insoportables por primera vez a los cinco minutos, en el primer balón que llegó a las botas de Pepe, un ritual que se repetiría a cada intervención del zaguero, algo muy parecido a lo que sucedía en el feudo blaugrana con su compatriota Figo. Aguardaba una noche intensa para los audímetros del estadio barcelonés.
En el primer tiempo, las broncas a los rivales se iban alternando con los cánticos de ánimo al Barça, necesitado del empuje de su hinchada por el dominio blanco. Sin embargo, no se olvidaron los aficionados de Pepe, a quien silbaban y silbaban y dedicaban lamentables cánticos de ‘Asesino, asesino’. A veces el fútbol traspasa límites que nunca deberían ser superados.
Pitidos a sus esporádicas intervenciones aparte, pasó bastante desapercibido Pepe hasta el minuto 35, cuando, como en la ida, sacó a relucir su faceta de mal actor dejándose caer sin contacto alguno entre Puyol y Piqué en lanzamiento de un córner en el área de Pinto. Como era previsible, la simulación provocó una tremenda bronca blaugrana, que se prolongó casi un minuto.
Los dos goles antes del descanso hicieron estallar de alegría a los culés, sólo un poco más que una particular acción sucedida entre el tanto de Pedro y el de Alves. En el carril izquierdo, Messi se tomó su particular venganza con Pepe por el pisotón de ida con una entrada por detrás con el balón de por medio que dejó al ‘3’ blanco tendido en el suelo. En lugar de con una reprimenda, la afición local respondió a la acción coreando el nombre de su estrella.
En la reanudación, Pepe cedió protagonismo a su entrenador, Mourinho, quien, con el 2-0, volvió a ser invitado a salir del banquillo por el Camp Nou, que mostró su ‘cariño’ al técnico blanco al grito de ‘Nosotros te queremos, Mourinho quédate’.
No obstante, recuperó pronto el foco de atención el central, cuando a los veinte minutos dejó tendido en el suelo a Cesc tras soltar el brazo en una lucha por el balón e impactar la cara del catalán. Pitos otra vez.
A partir de entonces, las gradas del Camp Nou se olvidaron un poco de Pepe, acongojadas por el empate a dos goles que consiguieron los blancos y que les hizo sufrir de lo lindo durante más de veinte minutos delirantes, antes de saltar de alegría tras el pitido final por la que fue la victoria más sufrida sobre el eterno rival en los cuatro últimos años.