La semana pasada, cuando el Oporto superó al Bayern en su estadio parecía que Julen Lopetegui había reinventado el fútbol. Muchos iluminados llegaron a colocarle como futurible del Real Madrid, cuando durante mucho tiempo el entrenador vasco fue una especie de apestado en la casa blanca.
Su salto de Madrid a Barcelona en su etapa como jugador es algo que ya han olvidado la mayoría de los aficionados, pero su papel como entrenador del Castilla todavía escuece a muchos. Julen firmó un contrato de dos años de duración con el equipo en 2ª B, pero abandonó el equipo tras solo un año en el que no consiguió clasificar al grupo para el play-off de ascenso.
Aquel filial blanco tenía jugadores de nivel como Adán, Bueno, Szalai, Marcos Alonso, Acuña, Mosquera y Fran Rico, pero fue incapaz de superar en la clasificación a modestísimos como el Murcia Imperial. Asimismo, su anterior experiencia como entrenador también fue desastrosa, ya que cogió al Rayo recién descendido a Segunda y fue destituido a mitad de temporada, pero el equipo no remontó y terminó en 2ª B.
El Madrid confió en él pese a los malos resultados en Vallecas por su pasado en la cantera y porque tras su experiencia en el Rayo pasó a ser comentarista de televisión y se dio buena publicidad. Sin embargo, en su debut en La Sexta también tuvo un famoso batacazo, en aquella ocasión literal, puesto que se mareó en directo mientras presentaba el despliegue que iba a llevar a cabo la cadena con motivo del Mundial de Alemania 2006.
Un salto que no se puede explicar con su currículum
Tras sus dos primeros fracasos en los banquillos, encontró asilo en las categorías inferiores de la selección española, donde suelen confiar en exfutbolistas sin éxito contrastado como entrenadores. Allí logró éxitos en una época en la que ‘las Rojitas’ lo ganaban todo (Iñaki Sáez también llegó a parecer un genio), pero también cosechó derrotas sonadas. Conquistó el Europeo sub 19 y sub 21, pero se estrelló en el Mundial Sub 20 de 2013. Cayó en cuartos de final contra Uruguay cuando partía como favorito con un equipo que tenía a Oliver Torres, Jesé y Deulofeu.
En cambio, Lopetegui tiene algo con lo que la mayoría de entrenadores con su currículum sueñan: un representante top. Jorge Mendes convenció a Jorge Pinto da Costa de que el hombre adecuado para reconducir el rumbo del gigante portugués era un tipo sin experiencia en los grandes banquillos y con una trayectoria como portero bastante discreta. Actualmente tiene un porcentaje de victorias del 77% en los partidos en los que ha ejercido como entrenador y ese fue el argumento que convenció al presidente de los dragones.
Tuvo un gran presupuesto para los fichajes que deseó, aunque el equipo ingresó más de lo que gastó. Cayó a las primeras de cambio en la Copa de Portugal y en semifinales de la Copa de la Liga. Tuvo en su mano la clasificación para la semifinal de la Champions League, pero se vino abajo en el partido clave contra el mejor Bayern y apenas puso resistencia en la remontada épica, en parte porque Danilo y Alex Sandro, dos de sus mejores futbolistas, no pudieron jugar en el choque clave. Fue un invitado más a la fiesta bávara. Ha conseguido reducir la enorme ventaja que le separaba del Benfica en la liga, pero está tres puntos por debajo y si finalmente cae se confirmará su gafe particular. Puede pasar a la historia como el entrenador de club que siempre muere en la orilla.
Curiosamente, en el Mundial del 94 también estuvo en la concentración de España. Era el tercer portero de ‘la Roja’ cuando Luis Enrique se llevó ese famoso codazo en el partido frente a Italia. No llegó a jugar, pero quién sabe si desde el banquillo también aportó su granito de arena a la maldición de cuartos de final.