Diego Pablo Simeone se ha convertido en uno de los mayores símbolos de la historia del Atlético de Madrid. Durante su etapa como futbolista, fue uno de los principales artífices del doblete de 1996. Después, el dinero le llevó a Italia, donde consiguió otro doblete con la Lazio y una UEFA con el Inter. Sin embargo, la nostalgia le hizo despedirse del fútbol europeo en su segunda etapa en el Calderón.
Además, como técnico ha logrado llegar más alto de lo que otros no se atrevieron ni siquiera a soñar. El Cholo ha conseguido ganar una vez todos los títulos posibles, salvo la Champions League en la que cayó en dos ocasiones en la finalísima. En cambio, su mayor logro como entrenador, más allá de los resultados, está en el hecho de que ha logrado cambiar la mentalidad del equipo. Ese famoso partido a partido, la lucha por la humildad que tanto le separa de su multimillonario rival y que conecta de forma especial con su afición a base de gestos desde la banda.
Sin embargo, toda esa retórica queda en entredicho cuando se bucea un poco en la hemeroteca. De hecho, en abril de 1994, Simeone estaba desesperado por vestirse de blanco. “Si me fuera de Sevilla solo me iría al Real Madrid. Decir lo contrario sería mentir, como cualquier profesional es normal que aspire a estar en uno de los grandes”, señaló Simeone en unas palabras que recogió en su día el diario ABC.
Redondo le cerró el paso
Curiosamente, en la misma página, justo al lado del artículo en el que aparecían esas declaraciones, había una noticia en la que se hablaba de los avances en la negociación del fichaje de Fernando Redondo por el Real Madrid. Mendoza había negociado con los dos jugadores, pero finalmente se decidió por el entonces jugador del Tenerife, aunque parecía que el Cholo intentaba por todos los medios que el presidente merengue cambiara de opinión. En cualquier caso, la influencia de Valdano, que también iba a empezar su nueva a ventura en los banquillos, resultó clave.
Finalmente, no hubo vuelta atrás en la contratación de 'el Príncipe' por el Real Madrid y visto lo visto fue lo mejor para todas las partes. Redondo triunfó en el Bernabéu hasta el punto de levantar dos Champions en las que tuvo un papel fundamental. Se hizo el dueño indiscutible del centro del campo blanco y dejó una huella imborrable en el madridismo.
No obstante, Simeone llegó a tener un rol más importante en su selección y logró a triunfar en otras ligas. En cambio, parece claro que su entrega y su forma de entender el fútbol también le podrían haber convertido en todo un ídolo en el Paseo de la Castellana. Ahora seguro que no se le pasa por la cabeza entrenar al que con el tiempo se convirtió en su rival más íntimo.
Felipe Poza