sábado, noviembre 23, 2024
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Un Madrid de leyenda revalida la Champions ‘a fuego lento’

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«Reyes de Europa, somos los reyes de Europa», coreaba la hinchada blanca, cerca del minuto 75 de encuentro. Para entonces, el éxito estaba ya consumado, Dos tantos consecutivos, de Casemiro con algo de fortuna y de Cristiano, que castigaron al conjunto italiano, que se autolesionó con una salida inerte tras el descanso. Antes, en el primera mitad, fue el Madrid el que se mostró más endeble. Mandzukic contrarrestó, con una gran chilena, el primer tanto de Ronaldo.

Precisamente el portugués fue quién acaparó los focos, para de paso reclamar su quinto balón de oro. La estrella, en cambio, fue Isco, que tomó las riendas del equipo y decantó la balanza a favor de los blancos. Un triunfo histórico que coloca al Madrid en la cima del fútbol mundial. Tres Champions en cuatro años, dos de ellas consecutivas por primera vez en la historia.

Y eso que antes aún de que iniciar la defensa del título continental, la plantilla dejó clara su prioridad. “Nos hace especial ilusión la Liga”, mencionaron una y otra vez los pupilos de Zidane tras los primeros envites de la competición doméstica. Difícil vislumbrar un futuro tan halagüeño en aquel mes de octubre. Las rotaciones del técnico francés se han erigido claves en un desenlace donde al final, la Champions ha sido el escenario donde el galo ha colocado su principal apuesta. Los menos habituales hicieron su trabajo y, dos semanas después, las estrellas han refrendado una conquista de leyenda. 

Una fase de grupos irregular

Lejos de la excelencia de ediciones recientes, el Madrid halló enormes dificultes para solventar con éxito una primera ronda en la que el peor de sus rivales era un Borussia apenas temible. Solo el minuto ‘90 y pico’, que ha seguido presente este curso, salvó a los blancos del estrépito ante el Sporting de Lisboa. Sí, otra remontada, a la que contribuyó Cristiano con un buen lanzamiento de falta, y que culminó Morata, que tomaba protagonismo desde los primeros choques. En plena crisis de juego el inexperto Legia de Varsovia, bendecido por un penalti de Coentrao casi sin querer, hirió gravemente al Madrid.

Esos dos puntos obligaban a los merengues a vencer al Dortmund en el Bernabéu, tras el empate rascado en Alemania. En plena discusión sobre qué posición favorecería más, con grandes equipos europeos en apuros, Reus disipó la incertidumbre a última hora y dejó segundo de grupo al Real Madrid. Ahí, la Liga aún se vislumbraba como la opción más factible y preferida por los jugadores. El sorteo, después, propició un choque factible ante el Nápoles, que supondría una inyección de fe en el vestuario merengue.

De menos a más

En Italia el Madrid desplegó su arsenal. Forjó un triunfo cómodo a domicilio, con las mejores sensaciones de la temporada. Un vendaval ofensivo, que anticipó que el ataque del Madrid sería capaz de derribar cualquier muro en el futuro, permitió dejar los deberes hechos. Los fantasmas regresaron en el Bernabéu, donde hizo falta que emergiera la figura de Ramos, con dos testarazos, para colar al equipo blanco en la antepenúltima ronda. Menos benévolo fue el siguiente emparejamiento para los de Chamartín, con el Bayern en el horizonte. 

A posteriori, quizás fue el mejor guion para el Madrid, que evadió su condición de favorito. Con un papel secundario, el equipo de Zidane refrendó su capacidad para prestar batalla ante cualquiera. El equipo, compacto, sobrevivió a los empujes aislados del conjunto alemán y respondió con mayor endereza, guiado por un Cristiano al que el descanso en Liga no le pudo sentar mejor. El portugués también se erigió en héroe en el envite de vuelta, donde el Bernabéu entró en éxtasis en una prórroga donde los blancos exhibieron su poderío físico.

Ahí concluyó la travesía del Madrid como equipo agazapado. La balanza cambió de un plumazo. La especial ilusión por la Liga quedo relegada frente a Europa, la conquista preferida de los blancos. Zidane, en sus alineaciones, fue el primero en ratificarlo. De forma descarada apostó por una ‘segunda unidad’ en la competición doméstica que copó portadas. El Madrid, en semifinales, ya era el máximo candidato a levantar la orejona. Y de paso, de hacer historia. 

La penúltima ronda quiso cruzar de nuevo los destinos de Madrid y Atlético por cuarta edición consecutiva. El desenlace fue el mismo, aunque esta vez sin tragedia ni incertidumbre. Cristiano, con un hat-trick, tumbó a un conjunto rojiblanco irreconocible. Ese orgullo cedido, y las ganas de brindar una despedida gloriosa al Calderón en Europa, propiciaron que los de Simeone se metieran de nuevo en la eliminatoria con dos tempraneros tantos. Isco, por entonces consagrado ya en el esquema de Zidane, hizo valer la premisa de que el Madrid siempre marca, y es que así ha sido a lo largo de toda esta campaña.

Un espíritu especial

Zidane no sorprendió a nadie. Isco fue de la partida, y el malagueño nutrió de talento a un centro del campo que el Madrid copó por completo en la segunda mitad. Antes, durante los primeros cuarenta y cinco minutos, la batalla fue otra. Un Madrid inquieto, excesivo en las faltas, que halló en un rejuvenecido Cristiano la fórmula del gol. Mandzukic, de chilena, puso las tablas y destacó la labor de los suyos, incisivos en la presión y constantes en el ataque. 

Todo lo contrario que en el segundo tramo, donde aguardaron atrás sin contra alguna. Ahí fraguaron su derrota los italianos, ante un equipo con un espíritu especial. Una plantilla diferente, capaz de mantener la concentración y la pausa hasta toparse con su objetivo. Casemiro con algo de fortuna desequilibró el envite. Pero fue después, Cristiano, el que instantes después asestó el golpe final a la Juventus. Asensio, como premio a esa 'segunda unidad', anotó el cuarto, más de los que había recibido su adversario en todo el torneo. La Champions y el Madrid va unida. La decimotercera, el próximo reto de Florentino Pérez. 

Alberto Puente

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