La noche del martes fue realmente aciaga para Pep Guardiola. Por la eliminación de su amado Barcelona, en el que ha triunfado como jugador y entrenador, pero sobre todo, por la eliminación del Manchester City, equipo que dirige actualmente. Si el envite de ida fue todo un mazazo para el catalán, con ese 3-0 en Anfield al que no encontró más explicación que la fortuna o la pegada del rival, le tocó vislumbrar como su hasta entonces todopoderoso City caía de nuevo para engordar el marcador global (5-1) y evidenciar así la catástrofe.
Su frustración se palpó ya en el descanso, cuando las opciones de los suyos aún estaban intactas. Gabriel Jesús abrió la lata bien pronto y sembró la esperanza en el Etihad Stadium. Sin embargo, el gol anulado a Sané, molestó y mucho al técnico, que mandó callar al colegiado. Mateu no dudó en expulsarlo. Ya en rueda de prensa Pep seguía con el calentón, acordándose del Madrid y del colegiado español, lo que le puede llevar a ganarse una sanción que ahora mismo estudia la UEFA.
Tanta rabia tiene una fácil explicación, la caída en picado de Guardiola en la Champions. No ha alcanzado la final de la competición continental desde que cosechara su segundo título con el Barcelona, allá por el 2011. Si bien el técnico ha arrasado en las respectivas ligas en las que ha entrenado, el desembolso en fichajes y la grandeza de sus equipos han llevado a exigirle unos resultados que nunca ha encontrado. Más grave aún es repasar dónde ha cogido sus equipos y a dónde les ha llevado en Champions. Siempre los ha empeorado.
Sólo hace falta echar un vistazo a lo que ha sucedido en los últimos años. Pep tomó las riendas de un Bayern pletórico, que había alcanzado tres finales de Champions en los últimos cuatro años. Un equipo más que adaptado al triunfo y a la competición, con el que no consiguió llegar nunca a esa última ronda. El City parece el escenario más idóneo para resarcirse, debido a la potencia económica del jeque del equipo ‘blue’. El año previo a su llegada, el Manchester había alcanzado las semifinales, y Guardiola ha caído en octavos y en cuartos de final.
Guardiola se queda lejos de la comparación de otros técnicos como Mourinho, que si bien en los últimos años no engordado su palmarés como hubiera esperado, ha dejado patente su capacidad para hacer más peligrosos en Champions a sus equipos. El portugués cogió al Oporto en la UEFA, ganó el título, lo coló en la máxima competición, y repitió éxito. Al Chelsea lo cogió como semifinalista y lo mantuvo dos temporadas en ese mismo escalón. El Inter había llegado a octavos, y el lo hizo campeón.
En el Madrid, pese a no levantar ninguna orejona, tomó un equipo deshecho que acumulaba seis años de fiascos en la primera ronda eliminatoria y lo llevó a tres semifinales consecutivas. Su segunda etapa en el Chelsea también fue fructífera, y al Manchester lo catapultó de la Europa League a la Champions gracias a conquistar el título. Un excelso bagaje que hace sombra en Europa a Guardiola.
Alberto Puente