Que se lo digan a Ruiz Mateos sino. La contracción del crédito y el encarecimiento de las materias primas están pasando factura a todo el mundo. Ayer, los mercados ofrecieron un día realmente penoso, con fuerte castigo bursátil a las compañías financieras y un disparatado precio del barril de crudo, que se colocó en 105 dólares el barril, la cota más alta en lo que llevamos de crisis, o al menos, desde septiembre de 2008.
Unos factores que configuran una tormenta perfecta, cuya consecuencia puede ser la temida estanflación, es decir decrecimiento e inflación. Un desastre en toda regla que los mercados escenificaron con un fuerte varapalo bursátil (-2,3% el Ibex, -1,8% el EuroStoxx 50, aunque la sesión festiva en EEUU daba algo de aire), con especial presión a los bancos y valores financieros.
Ojo, no sólo los españoles ¿eh? Igual de presionados que Santander y BBVA estuvieron Axa, Societe Generale o Deutsche Bank. Aunque las cifras en el acumulado anual son buenas todavía, la inquietud generada en Túnez, luego Egipto y ahora Libia es un balazo en la línea de flotación de la confianza.
Ello sirve de excusa para que el crudo esté por las nubes, aunque casi nadie habla de incumplimientos de cuota por parte de países de la OPEP ni (para variar) de la presencia de especuladores, que tienen el precio del crudo totalmente estrujado al alza, en un entorno en el que las expectativas de recuperación económica tampoco son desbocadas ni mucho menos.
El encarecimiento en el petróleo garantiza inflación casi indiscriminada y de eso entendemos todos; no hace falta leer el Financial Times. De hecho, con los actuales precios de los carburantes, falta muy poco para que vuelvan las movilizaciones por parte de transportistas, bloqueos de fronteras, etcétera.
En España, la situación es doblemente complicada, ante el proceso de reordenación en el que están inmersas las cajas de ahorros, con unos requerimientos de capital polémicos sobre los que sin duda aún no se ha dicho la última palabra, se nos mira con una lupa especialmente grande.
Así, nuestras cajas tienen dosis añadidas de complicación para acudir a los mercados y, con esas exigencias, contraen la concesión de crédito. Un asunto complejo, sobre el que hay que hilar muy fino, ya que puede provocar un círculo vicioso de salida (casi) imposible.