Iberdrola Renovables fue colocada por Morgan Stanley hace algo más de tres años (diciembre 2007), banco que se encargó de convencer a propios y extraños de que la filial de energías verdes de la eléctrica que preside Ignacio G. Galán valía alrededor de 20.000 millones de euros. Dicen que el propio Galán quería haber valorado la compañía en cerca de 30.000, pero fue imposible. Ahora, Merrill Lynch y Credit Suisse nos convencerán de que es apropiado que se retire del mercado valorada un 44% menos.
Y a uno le da por pensar en los ejecutivos de la compañía de renovables y su departamento de relaciones con los inversores, que hasta ayer como quien dice habrán estado viajando sin parar por todo el mundo, entrevistándose con todo tipo de inversores, convenciéndoles de que su empresa era una maravilla y que el incierto entorno regulatorio en su segmento no afectaba lo más mínimo.
Quién les iba a decir a los expertos de la compañía que iban a ser un eslabón más en la cadena defensiva de Galán contra Florentino Pérez. Uno sólo; que poco menos que han pasado a la historia ya, después de que haya aparecido el fondo de inversión de Qatar, aportando 2.800 millones de euros y diluyendo algo más a ACS.
El comité de sabios independiente que tiene que analizar si la oferta de Iberdrola es adeciada, con el apoyo de los citados bancos de inversión, no va a poner la menor pega. Se admiten apuestas. Ni se nos ocurre pensar que antes de emitir su opinión consultarán el visto bueno de la matriz, ya que estas cosas no ocurren nunca.
El informe será independiente, aunque la menor pega a la operación consituiría una sorpresa mayúscula y un ejemplo de buena práctica no conocido hasta la fecha, a pesar de que vivimos unos tiempos en los que todo el mundo presume de RSC y buenas prácticas en general. Siempre que no afecten al bolsillo, claro.
La historia se repite siempre y de nuevo el minoritario queda como el desheredado en esta jungla llamada mercado de valores. El último de la fila, aunque sea el que paga la fiesta. No estaría de más que en las próximas colocaciones de filiales, se incluya un lock up de permanencia, es decir, un periodo mínimo de existencia aunque el valor caiga tanto que sea una tentación insuperable para la matriz excluirla. Al menos, el accionista tendría algo claro.
M.L.T.