El fin de semana pasado Zapatero se reunió de nuevo con los empresarios y el presidente del Santander le instó a que agotara la legislatura y aplazara el debate de su sucesión. De inmediato se montó un revuelo enorme, en clave de apoyo público del máximo ejecutivo del principal banco español, aunque lo que estaba haciendo Emilio Botín era algo obvio. Le estaba diciendo que menos farándula y más trabajar.
En definitiva, no estaba sino repitiendo lo que le decía Francisco González (BBVA) el pasado mes de noviembre en el mismo foro, cuando en un encuentro mucho más crispado le decía “usted gobierne, gobierne”. Ahora, su homólogo del Santander le está echando en cara, realmente, que se está perdiendo velocidad de crucero con las reformas.
En este sentido, los empresarios presentes en la cumbre afirman que España tiene por delante el proyecto de cambios más amplio de los grandes países de la Unión Europea y que se debe implementar sin perder tiempo. Y se está relajando la tensión, una vez que el miedo del rescate se ha atenuado y que los temidos efectos de las agencias de calificación parece que también se diluyen.
Zapatero, pese a las feroces y seguramente merecidas críticas recibidas, ha afrontado cambios que suponen un gran desgaste político. Rebaja de sueldo de los funcionarios, reforma laboral, alargamiento de la edad de jubilación… y todavía faltan más.
Este proceso debe terminarlo una misma persona y si puede ser de izquierdas. El propio Felipe González reconocía entre sus allegados tiempo después de su salida de la política que sólo un Ejecutivo socialista como el suyo podría haber abordado una reforma industrial como la que tuvo que liderar en los ochenta. Un Gobierno de derechas lo habría tenido casi imposible.
Los empresarios saben que será mejor que Zapatero termine de quemarse para que cuando llegue el PP pueda enderezar la situación con la menor conflictivadad social posible.
Por ello, resulta hasta cómico creer que Botín haya llamado a Mariano Rajoy para pedirle disculpas, como ha trascendido en algunos foros. Los empresarios quieren un marco con estabilidad máxima para realizar las reformas pertinentes. Las aspiraciones personales y la incertidumbre electoral son elementos perjudiciales para la economía. Más trabajo y menos política.