El pasado martes 22 de octubre, la Fundación Wellington organizó el coloquio «Crisis Financiera y Unión Bancaria» dentro de su ciclo de encuentros socioculturales y políticos «Los Coloquios del Wellington».
En esta ocasión, los más de trescientos invitados pudieron escuchar las ponencias del decano del Colegio de Economistas de Madrid, Juan E. Iranzo; el director de la Cátedra Sistema Financiero Internacional del Instituto de Empresa, Fernando Fernández, y el presidente de AEB, Miguel Martín.
Tras la presentación y palabras de bienvenida de la presidenta de la Fundación, Cristina Moratiel, el moderador de la mesa y presidente del Club Liberal Español, Carlos Entrena, resaltó la relevancia del tema en los tiempos que corren.
Después fue el turno de Juan E. Iranzo, que señaló a la «sinergia de la ignorancia» como la principal precursora de la crisis financiera, la falta de trasparencia y simetría, la incompetencia de activos, oferta y demanda y la falta de supervisión y control a nivel global de las célebres ‘primes’ y ‘subprimes’, la mezcla de productos financieros y la terrible pérdida de confianza en el sistema financiero.
Los errores a subsanar y corregir para reactivar los pilares fundamentales del sistema financiero son el crédito, la inversión y el consumo. En este sentido, la respuesta a la inflación y a la falta de política monetaria, es una política fiscal reguladora.
A continuación, Fernando Fernández expuso su visión sobre las consecuencias de la crisis europea. Comenzó con un breve análisis de la crisis en Irlanda con el objeto de llegar a su tesis principal: «No es posible tener una unión monetaria sin una supervisión y regulación financiera común para toda la Eurozona».
En definitiva, se trata de definir todas las reglas del juego para sanear el sistema a través de la revisión de la calidad de los activos a finales de 2013, los famosos «stress test» y un fondo de garantía de depósitos.
El debate terminó con la intervención de Miguel Martín, quien dio la visión más crítica y contundente. Desde su punto de vista, la unión bancaria no es una respuesta a la crisis financiera, de ser así «la unión sería algo gracioso que los demás países nos conceden a los que estamos en crisis por el mal funcionamiento de la unión monetaria».
Para que sea viable debe haber libertad de movimiento de capital, trabajo y flexibilidad de salarios; de lo contrario, la unión monetaria difícilmente sobrevivirá. En este sentido se debe de apostar por políticas fiscales comunes para velar por el cumplimiento de los objetivos y ayudar a los países en «shock».
En cuanto a España, el nivel del Producto Interior Bruto no depende de las variables monetarias, se trata de un problema de solvencia y de la ingenuidad de creer que los países iban a converger. En conclusión, la unión bancaria es útil para recomponer la unión monetaria y no para resolver los problemas de los países periféricos. Por sí sola no es suficiente; el éxito depende de una unión fiscal común, de una solidaridad impulsada por una legitimidad política que es el compromiso de las autoridades europeas para seguir el camino hacia la recuperación.