El cambio climático, traducido en numerosas expresiones, entre ellas la sequía o las heladas, han tenido un efecto dramático en el campo español. Los efectos económicos son muchos, el menos advertido los efectos en la cesta de la compra. El último índice de precios al consumo, el relativo a septiembre, supuso el crecimiento de un 1,8% de los precios, impulsados por los precios de los alimentos. Hasta el 22% de ese crecimiento tiene su origen en el aumento de los alimentos.
Mientras los precios sin alimentos y energía crecían un 1,2% en tasa anual, el índice de productos alimentación y energía alcanza casi cuatro veces más, hasta el 4.6%.
Las legumbres y hortalizas llegan a subir un 8,6 % anual. El aceite de oliva alcanza el 10,2%. En menor medida, pero también algunas carnes suben por encima de la subida media de precios. Los efectos sobre los pastos y los piensos de las condiciones climáticas son evidentes.
Los hogares españoles, como consecuencia han ido reduciendo la compra de fruta un 2,2%, hortalizas un 3,9% y un 12% las de aceite de oliva en los seis primeros meses del año.
Pero el próximo trimestre, los efectos irán más allá de las hortalizas y la fruta. La falta de precipitaciones en el último año está llevando a una buena parte de la agricultura y ganadería españolas a una situación límite,.
Los cultivos herbáceos extensivos de secano, que suponen más de seis millones de hectáreas en España, registrarán la segunda peor cosecha de los últimos 25 años y la situación de cultivos como el almendro, la vid o el olivar de secano ya han producido cosechas muy inferiores a las del año anterior lo que conducirá a un aumento de precios inmediatos. El kilo de uva de vino puede doblarse en zonas como el Duero o La Rioja, con una caída de producción de media por encima del 11%, y una caída en la aceituna de un 10% que elevará sustancialmente un precio medio ya situado en 3.8º euros litro.
La situación hidrológica
La sequía ya se han convertido en crisis hidrológica. El agua embalsada el 26 de octubre era del 37,75%, frente al 48,73% del año pasado, y frente al 52,38% en el que se ha mantenido en la última década. Esta situación tiene un evidente efecto en la generación de energía eléctrica. El agua embalsada para producción eléctrica era el 26 de octubre un 28,4% del máximo potencial del sistema que, hace un año, era del 42% y un 39,2% al principio de año.
La aportación hidroeléctrica se ha reducido en un 49,5% respecto al pasado año, poniendo nuestro sistema en manos del carbón y del gas. Esto supone, necesariamente, un encarecimiento de los precios con efectos sobre el consumo. El precio medio el 26 de Junio de la energía es de 0,12 euros por kilowatio, un 19,8 por ciento más que en la misma fecha del año pasado. El precio máximo que se produce a las 20 horas a 0,139 euros, es decir un 20,8% más que el año pasado.
Desde mediados de agosto los mercados de futuros han empezado a subir precios, incrementando su crecimiento en los últimos días de septiembre y octubre; todo parece indicar que se prepara una aceleración de precios para final de año como ocurriera el año pasado.
Noviembre y diciembre pueden ser dos meses de aumento de precios. La energía, con sus efectos conexos en los costes de vivienda y en el transporte, y los alimentos anuncian un encarecimiento de la cesta de la compra en los últimos meses del año. A pesar de lo que se creía por los reguladores no será la actividad económica o la incertidumbre quien aumente la inflación: será la sequía.
Miguel de la Balsa