Del mismo modo, en un país que tenga un nivel de cohesión social elevado, resultará más fácil que se lleven a cabo medidas que favorezcan un crecimiento más inclusivo, sostiene el investigador, porque «la cohesión social es uno de los factores que permiten que el crecimiento económico sea inclusivo». Pero lo contrario también es cierto: cuando el crecimiento se vuelve menos inclusivo, se corre el riesgo de que se deteriore la cohesión social, con todo lo que ello conlleva.
En el informe de CaixaBank Research, Ibáñez de Aldecoa analiza la cohesión social en España, un elemento que considera «clave para poder determinar la capacidad que tiene para hacer frente a los retos que se nos presentan», y la compara con los países de su entorno. Para ello, el investigador ha construido un índice que ha denominado «indicador agregado de cohesión social (IACS)», que permite agregar y sintetizar en una sola métrica la información contenida en los 33 indicadores de cohesión social de los que dispone la OCDE.
Resultados del informe
El informe destaca que los países nórdicos, que se caracterizan por tener una elevada calidad institucional, son los que se sitúan a la cabeza de la lista. Por otra parte, las economías emergentes, que cuentan con instituciones menos robustas y consolidadas, son las que presentan unos niveles de cohesión social más bajos. Eso permite una primera conclusión: la cohesión social viene determinada, en parte, por el nivel de desarrollo de las instituciones de cada país.
En España, el grado de cohesión social se sitúa en una posición intermedia, aunque por debajo del promedio de la OCDE, según el IACS. En positivo, destacan los elevados niveles de satisfacción personal y el dinamismo del entorno social. Y en negativo, los bajos niveles de confianza en las instituciones.
Portugal se encuentra ligeramente por debajo de su vecino español, resultado de unos niveles inferiores de satisfacción personal y de inquietud política. Por otro lado, países como Alemania, Finlandia o EE.UU. gozan de niveles de confianza mucho más elevados que España o Portugal, de modo que constituyen un punto de referencia importante en el que fijarse.
«Cuando realizamos una comparativa entre países para los diferentes pilares obtenemos algunos resultados interesantes», señala Ibáñez de Aldecoa. «Por ejemplo, si nos centramos en el pilar de criminalidad, observamos que los países europeos son los que obtienen mejores resultados en esta dimensión, mientras que tanto EE.UU. como los países emergentes muestran una percepción de mayor criminalidad». Parece, por tanto, algo natural que las sociedades con estados del bienestar más desarrollados y generosos, como los europeos, salgan mucho mejor parados en este ámbito que los países emergentes o EE.UU.
Finalmente, se utiliza el índice de cohesión social para estudiar su relación con el crecimiento inclusivo, y los resultados del informe confirman que se trata de dos conceptos indisociables. Javier Ibáñez de Aldecoa Fuster concluye que «en definitiva, ante la importante transformación del sistema productivo que suponen el cambio tecnológico y la globalización, y los desafíos que presenta el envejecimiento de la población, es importante actuar para reforzar la cohesión social, un elemento indispensable para poder llevar a cabo las reformas que promuevan un crecimiento inclusivo y sostenido».
Redacción