Las espadas siguen en todo lo alto. El Gobierno no ha dicho aún cómo calmar la subida de los precios de la energía. Hoy el presidente Sánchez se ha reunido con los primeros espadas del sector de la energía, en el que convergen intereses no siempre coincidentes.
Las eléctricas dicen que están hartas de que les eche la culpa de todo, cuando es el gas el que marca los precios. Sánchez ha estado escoltado por sus vicepresidentas que, en esta materia, también exhiben puntos de vista diferenciados: Calviño, con el mercado y la economía, y Ribera, rectificadora, con más guiños hacia la izquierda y al populismo al por mayor.
De hecho, según fuentes presentes en la reunión, el sector eléctrico ha apuntado hoy expresamente al gas y a los carburantes, especialmente los que intermedian con su venta, los principales beneficiados de esta crisis energética. Sin embargo, todos han coincidido en la actitud amable, dialogante y receptiva de Pedro Sánchez. Le toca mover ficha.
La calle comienza a calentarse y no precisamente por lo barato de la energía y entre tanto no se atisban ni los verdaderos culpables ni las soluciones reales.
El gobierno ha tendido la mano a las eléctricas y está dispuesto a arrimar el hombro. Las renovables precisan de la colaboración gubernamental para aumentar sus inversiones y acelerar la transformación energética. Para hacerlo necesitan de un horizonte despejado y desterrar la llamada al odio social que se adivina en muchas de las declaraciones de algunas dirigentes de Podemos.
En la cordial y constructiva reunión de Moncloa, las eléctricas han entregado al presidente los datos que demostrarían que no tienen beneficios extraordinarios como en ocasiones se les imputa.
La autosuficiencia energética que se predica para Europa pasa por fomentar la inversión en redes y en sistemas de almacenamiento. Ahora, las eléctricas insisten en que los grandes perdedores son los consumidores, las familias y las eléctricas.
Los consumidores vacían los bolsillos mientras medio llenan los depósitos de carburantes a la espera de que Europa diga si apuesta por soluciones comunitarias o la barra libre de los Estados. La respuesta en menos de diez días.
Raúl Sánchez Folgueiras