Shannon, acompañado en la conferencia por más de 20 embajadores estadounidenses destinados en países de Latinoamérica, el Caribe y Canadá, explicó que la diplomacia activa y de más alto nivel ha sido un «rasgo distinguido» del actual Gobierno, «pese a que se dice mucho que hemos ignorado en cierto modo a la región». Recordó que el presidente saliente, George W. Bush, viajó en nueve ocasiones a Latinoamérica, y ha impulsado la primera conferencia de la Casa Blanca sobre América Latina.
Shannon afirmó que Obama «afronta grandes desafíos» con dos guerras abiertas y una crisis económica que resolver, comparable sólo a lo que ocurrió hace 76 años.
«No hemos tenido que afrontar una transición de estas características desde 1933», cuando Franklin D. Roosevelt tuvo que hacer frente a una crisis económica global, al avance del fascismo y del comunismo en Europa y el expansionismo militar japonés en Asia. Pese a todos estos desafíos, Roosevelt implantó la «Política del Buen Vecino» para mejorar las relaciones con Latinoamérica. «Si se mira cómo Franklin D. Roosevelt usó el sistema interamericano, cómo lo ha preservado y cómo ha atacado al proteccionismo en un intento de abrir los mercados, eso representa una buena hoja de ruta de lo que viene ahora», resaltó Shannon.
En cuanto a los retos que afronta el próximo Gobierno en la región, el secretario de Estado adjunto se limitó a uno: la lucha contra el crimen organizado en México y Centroamérica.
Una nueva realidad
Preguntado por las voces que alegan que EEUU ha perdido influencia en Latinoamérica, Shannon señaló que «operamos en un entorno mucho más competitivo que en el pasado». La región «está cambiando, y en la medida que cambia tenemos que entender que la naturaleza de nuestra influencia cambia», dijo.
«El impacto de la globalización, de la democratización y su apertura hacia el comercio y habilidad de relacionarse con socios comerciales y políticos ha creado un entorno en el cual Latinoamérica se ha conectado realmente con el resto del mundo, en una manera que históricamente nunca lo ha hecho», explicó.
EEUU debe promover esa nueva realidad, entenderla como algo bueno, pero también debe estar presente en la región para ofrecer soluciones a sus problemas. Todo ello sin imponer soluciones, dijo.
El embajador estadounidense en Perú, Michael McKinley, dijo que el nuevo entorno «no significa una pérdida de influencia, sino el reflejo de la globalización del papel de Latinoamérica en el mundo». También resaltó que los tratados comerciales entre EEUU y varios países de la región han proporcionado a Latinoamérica una plataforma para relacionarse con el resto del mundo. En este contexto, el embajador en Colombia, William Brownfield, se mostró convencido de que EEUU aprobará el TLC con ese país, que está pendiente de ratificación junto al de Panamá.
El tono esperanzador también lo mantuvieron los encargados de negocios en Bolivia y Venezuela, así como el embajador en Nicaragua.
El encargado de negocios en La Paz, Krishna R. Urs, atribuyó las dificultades en las relaciones a una «filtración de los problemas domésticos a las relaciones bilaterales», pero afirmó que a medida que Bolivia resuelva su asuntos, será posible volver a una relación más normal. Su homólogo en Venezuela, John Caulfield, se limitó a decir que las relaciones de EEUU con Caracas dependen de una conversación entre ambos países.
Por su parte, Robert Callahan, el embajador en Managua, calificó la crisis política en Nicaragua de problemática, pero recalcó que los nicaragüenses históricamente se sientan a negociar la solución de sus problemas.