Por lo visto, la gran empresa en España es una especie en peligro de extinción. No se trata de que las grandes multinacionales del automóvil puedan cerrar las plantas instaladas en nuestro país, que también, sino que buena parte de las grandes compañías que lucen pasaporte español pueden cambiar en breve de nacionalidad. Desde luego, los últimos acontecimientos en el mundo empresarial invitan a pensar en esta posibilidad.
Hoy por hoy, dos de nuestros gigantes energéticos, Repsol y Endesa, tienen muchas papeletas para protagonizar ese cambio de pasaporte. La petrolera hispano argentina está en el punto de mira de la rusa Lukoil, a la que La Caixa, Sacyr y Mutua Madrileña quieren vender sus participaciones. Las intenciones declaradas por Lukoil son las de hacerse con un 30% del capital de Repsol, pagando una prima del 100% sobre la cotización actual de sus acciones. En este punto surgieron las preguntas relacionadas con las intenciones ocultas de los rusos, porque nadie paga semejante sobreprecio por algo que puede adquirir en el mercado por la mitad si no es con el fin de hacerse con el control de la empresa.
Esto es lo que sospecha el presidente de Repsol, Antoni Brufau, quien ya ha dicho públicamente que él no seguirá al frente de la compañía si ésta deja de ser española, en un mensaje claro tanto al Gobierno como a los vendedores de participaciones no sólo acerca de las limitaciones que deberían poner a Lukoil sino, también, de que deberían buscar compradores españoles. Las razones son obvias: Repsol es una empresa estratégica, los rusos utilizan la energía como arma geopolítica y quien se lleve Repsol tendrá también otras dos grandes compañías españolas, Gas Natural y Unión Fenosa, que también podrían perder su pasaporte. O sea, tres por el precio de una. Así no es de extrañar que Lukoil esté dispuesta a pagar una prima del 100%.
Endesa parece que no va a correr mejor suerte. Oficialmente, la empresa, copropiedad de Acciona y de la italiana Enel, tiene pasaporte español. Su presidente, José Manuel Entrecanales, que también lo es de Acciona, es, asimismo, español. La gestión está en manos españolas, una situación que a la postre ha provocado duros enfrentamientos con sus socios italianos, ya que Enel es mayoritaria en el capital de Endesa y ya ha empezado a enviar mensajes claros de que quiere divorciarse de Acciona, ofreciéndola activos de la eléctrica como compensación y quedándose Endesa en manos cien por cien italianas. O sea, otra con muchas papeletas para cambiar de nacionalidad. Pero eso puede ir para largo, si los italianos no ‘aflojan la bolsa’ y pagan en dinero, tal y como está comprometido con Acciona a partir de 2010.
Para completar este desastre en el sector energético, queda Iberdrola. La eléctrica presidida por Ignacio Sánchez Galán tiene desde hace años un talón de Aquiles tan grande que más parece el pie entero. Se trata, pura y simplemente, de que no tiene en su capital un verdadero núcleo duro que proteja su nacionalidad. Y aunque el peligro de perderla no es inmediato, tampoco conviene descartarlo. Ahí está ACS queriendo subir su participación en el capital de la eléctrica, como ya ha dicho el presidente de la constructora, Florentino Pérez, y se sigue pensando que, a medio plazo, una vez que pase la actual crisis financiera, esa empresa extranjera de la que se habló que podría lanzar una OPA sobre Iberdrola, en compañía de ACS, podría volver a poner su mirada sobre estos pagos, concretamente en la única eléctrica que, hoy por hoy, carece del blindaje adecuado para preservar su nacionalidad.
La posibilidad de cambio de pasaporte no se limita al sector eléctrico. En el de transportes también se repite, concretamente en Iberia. La aerolínea presidida por Fernando Conte está embarcada en un proceso de fusión con British Airways. Cuando empezaron las conversaciones al respecto, los británicos jugaban el papel de grandes y los españoles de pequeños. Sin embargo, la distinta suerte de la evolución en Bolsa de las acciones de una y otra hicieron que la capitalización de ambas se aproximara, para llegarse a plantear la posibilidad de una fusión entre iguales. Así las cosas, British Airways reaccionó entablando negociaciones de fusión con la australiana Qantas, menor que la británica, de forma que cuando hubiera que abordar la misma operación con Iberia, esta volviera a plantearse en condiciones de desigualdad, por supuesto siempre a favor de la aerolínea de Su Majestad. Eso no ha gustado mucho en Iberia y Conte ya ha empezado a pedir explicaciones. La cuestión es qué va a pasar en el futuro, porque las tendencias que se viven en el sector del transporte aéreo sugieren que, al final, Iberia, le guste o no, tendrá que verse abocada a un proceso de fusión.
¿Qué grandes empresas quedarían, entonces, con pasaporte español? La verdad es que, después de pararse a pensar un rato lo único que se puede decir es que menos mal que nos quedan Telefónica y El Corte Inglés.