domingo, noviembre 24, 2024
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La obra de Manoel de Oliveira, un legado que preserva la memoria del siglo XX

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Uno de los grandes especialistas en la obra de Manoel de Oliveira, el investigador y crítico portugués José Matos Cruz, dijo que el trabajo del cineasta está marcado por una vertiente histórica y otra cultural.

«La huella de su obra es notoria. Hay una perspectiva cultural, que se refleja en los valores del imaginario portugués, y una histórica, que tiene un alcance superior, puesto que preserva la memoria del siglo pasado», expresó Matos Cruz.

El estudioso, quien publicó en 1996 un libro sobre el cineasta, Manoel de Oliveira e a montra das tentações («Manoel de Oliveira y el escaparate de las tentaciones»), resaltó que el veterano realizador fue un testigo privilegiado de la transición del cine mudo al sonoro y también destacó su intensa relación con el teatro.

En el cine mudo

«Empezó en el cine mudo en el papel de realizador y de actor», explicó Matos Cruz, quien recordó el debut de Oliveira con el documental Douro, Faina Fluvial (1931), en el que se describe una jornada de trabajo de los pescadores de las riberas del río Duero y donde se reconoce cierta influencia del cine soviético.

Para el estudioso luso, el hecho de que el cineasta comenzase en el cine mudo fue determinante en su trayectoria, ya que le inculcó un respecto por las técnicas teatrales, que se refleja en sus películas.

Matos Cruz destacó como punto de inflexión en su dilatada carrera Aniki-Bobó (1941), su primer largometraje rodado en su Oporto natal, que narra una sencilla historia de dos chicos que están enamorados de una misma niña.

Para varios críticos, esta obra se considera un anticipo a la corriente cinematográfica italiana del neorrealismo. El investigador luso refirió que desde Aniki-Bobó, Oliveira estuvo catorce años sin filmar por dificultades para encontrar financiación y por la censura portuguesa del régimen de Antonio Oliveria Salazar.

A mediados de los años 50, retomó su actividad cinematográfica, pero no es hasta la década de los 70 cuando empezó su vertiginosa labor durante la que adapta varias obras literarias de escritores y poetas lusos.

«El apoyo del productor luso Paulo Branco fue fundamental para relanzar la obra de Oliveira», indicó Matos Cruz, quien destacó la obra Francisca (1981) como el mejor exponente de la tercera fase del autor.

Los años 80 y 90

Durante las décadas de los 80 y 90, actores de la talla de la francesa Catherine Denueve, el estadounidense John Malkovich o el italiano Marcello Mastroianni intervienen en filmes como «El Convento» (1995) y «Viaje al principio del mundo» (1997).

«La participación de actores de relevancia mundial ayuda para proyectar internacionalmente el trabajo de Oliveira», recalcó Matos Cruz.

Las películas del cineasta más longevo en activo se caracterizan por su condensación rítmica y sus planos largos, según el estudioso luso, quien añadió que son recursos «necesarios» para expresar el imaginario de Oliveira.

Por su parte, el crítico español Francisco Jiménez, especialista en cine portugués, señaló que la universalidad de la obra de Oliveira se refleja en cintas como A divina comédia (1991), No, o la vana gloria de mandar (1990) y Una película hablada (2003), donde aborda desde la tradición bíblica hasta filosofía de Nietzsche.

«Su obra, además, supone una continua reflexión sobre el cine, sobre el acto de mirar, sobre la armonía entre la palabra y la imagen», sentenció Jiménez.

Entre los galardones que ha recibido su filmografía, Manoel De Oliveira cuenta con un León de Oro del Festival de Venecia (1985) y una Palma de oro del Festival de Cannes (2008).

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