sábado, noviembre 23, 2024
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La edición ilustrada de ‘El Capote’ celebrará el bicentenario de Gógol

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Esta edición que se publica ahora en castellano cuenta con una nueva traducción de Víctor Gallego, quien se ha basado en las Obras Escogidas en seis tomos publicadas por la editorial Judozhestvennaia Literatura en 1952. También en una edición anotada publicada por Bristol Classical Press.

pertenece al volumen de los Cuentos de San Petersburgo, escritos entre 1835 y 1841 por el autor y que, además incluye El retrato, La posibilidad de Nevsky, Diario de un loco y La nariz.

En todos estos cuentos Gógol se aleja de las fuerzas sobrenaturales que estaban tan presentes en sus anteriores trabajos «y acoge dos mitos que dominaban la literatura rusa en los siglos XIX y XX: la imagen de San Petersburgo, como una ciudad fantasmagórica, irreal y fantástica, y el mito del hombre solo, cara a cara con la inhumana e impersonal metrópoli», precisa Moreno Zambrana.

Maestría narrativa

En El Capote, considerada una obra canónica, Gógol da una lección de maestría narrativa, y en tan solo 73 páginas cuenta una historia dramática y humillante en la que, de tanto en tanto, te saca una tímida sonrisa que rápidamente deviene en lágrima. La condición humana, el sórdido mundo de los funcionarios, la imposibilidad de luchar contra una sociedad cruel y despiadada, son algunas de las ideas que esconde este libro en forma de metáfora.

Gógol, que nació en Ucrania en 1809 y murió en Moscú en 1852, fue el gran favorito de los grandes escritores rusos, y su influencia en Kafka es más que notable. El premio Nobel Vladimir Nabokov escribió: «Todavía creo que existen grietas en la realización artística de la historia -si consideramos forma y contenido separadamente; una grieta que no existe en El Capote y La metamorfosis, de Kafka».

Esta edición, que acaba de salir a la calle, tiene una gran novedad, las ilustraciones de Noemí Villanuza, realizadas en blanco y negro, con mucho trabajo de mancha, que recrean las atmósfera entre deprimente y expresionista del San Petersburgo de aquella época.

Villamuza, que ya ilustró El festín de Babette, de Isak Dinesen, y que presenta un gran dibujo del protagonista en la portada inmerso en su capote, explica que ha intentado, porque le daba mucha lástima, «ver el lado dulce del personaje, tan primoroso y pulcro con su trabajo. Además, me gusta que las imágenes no sean literales», concluye.

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