domingo, noviembre 24, 2024
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Judíos y musulmanes dejaron su legado genético pese a su expulsión

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La investigación, publicada este jueves por la revista científica American Journal of Human Genetics, revela que la convivencia, las migraciones, las conversiones y las invasiones que tuvieron lugar en la península durante la Edad Media quedaron registradas en el genoma de sus individuos, que ha ido pasando de generación en generación.

Gracias al mestizaje pacífico, pero también a los matrimonios entre conversos y la población cristiana en tiempos de intolerancia, la transmisión de los genes del cromosoma Y constituye una prueba de la diversidad que existió en la Península hace unos cuantos siglos.

Para llegar a esta conclusión, los científicos, liderados por el británico Mark Jobling, llevaron a cabo un análisis del cromosoma Y, únicamente presente en los hombres, de 1.140 individuos de la península Ibérica y las Islas Baleares.

La investigadora de la Unidad de Biología Evolutiva de la Universidad Pompeu Fabra Elena Bosch indicó que las muestras analizadas se compararon con las de judíos sefarditas y de individuos del norte de África, que tienen la ventaja de ser muy diferentes a las poblaciones receptoras originarias de la península Ibérica, por lo que su diferenciación es sencilla.

El equipo científico descubrió que el 19,8 por ciento de los hombres presentaban características genéticas atribuibles a los judíos sefarditas y un 10,6 por ciento a los norteafricanos.

Orígenes africanos en el norte peninsular

La investigación se centró en el análisis del cromosoma Y porque no se recombina en la reproducción, lo que hace que sólo las mutaciones lo modifiquen, por lo que los científicos pueden determinar su orden de aparición.

El doctor de la Pompeu Fabra Francesc Calafell apuntó que se estudiaron dos tipos de marcadores genéticos del cromosoma Y: unos muy estables que apenas varían cuando pasan de padres a hijos y otros, llamados microsatélites, que evolucionan mucho más rápido debido a mutaciones, que utilizaron como relojes. Gracias a estos últimos, llegó a la conclusión de que los linajes norteafricanos empezaron a incluirse en el genoma de la población peninsular a partir del siglo VIII.

Para el científico catalán, la importancia de esta investigación, que comenzó en el año 2000, reside en la constatación de que la historia peninsular está recogida en los genes de sus habitantes.

Además, encontraron hallazgos sorprendentes, como que la presencia de genes norteafricanos es mayor en la mitad occidental (León, Valladolid, Ávila, etcétera) de la península que en la oriental (Granada).

Esto no concuerda con la distribución geográfica que esperaban por la colonización a partir del 711 ni con la retirada en el siglo XV, por lo que se debe a un alto nivel de conversión religiosa, forzosa o voluntaria, que en última instancia condujo a la integración de sus descendientes.

Calafell también apunta a las deportaciones de moriscos desde las Alpujarras granadinas a ciudades de Castilla y León en el siglo XVI.
Al final, la genética no sólo resultará efectiva para comprender y curar enfermedades, sino también para descubrir los orígenes y rescatar partes perdidas de la Historia.

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