«Dentro de una semana el país votará en las elecciones europeas y locales que casi con seguridad resultarán en una paliza histórica para el Partido Laborista de Gordon Brown. Hay muchas probabilidades de que el Laborismo termine en el mejor de los casos como perdedor y en el peor de los casos como un hazmerreír. El Primer Ministro ya está trabajando en cómo piensa responder. Se dice que Brown está sopesando sus opciones de realizar cambios en el Gabinete, hablando de planes para una reforma política y dando el toque final a un plan nacional con la esperanza de poder reanudar las conversaciones sobre la recuperación económica. El hecho es que los miembros del Gabinete tienen el poder y, dentro de unos días, la oportunidad de cambiar el curso del Laborismo y ahora tienen que decidir. Podrían elegir actuar. Esto conllevaría la dimisión de un ministro (o ministros) del Gabinete, expresando en público la frustración con el liderazgo de Brown que es algo habitual entre ellos».
«Las dimisiones de cargos importantes provocarían una lucha por el liderazgo que, con la misteriosa emergencia de Alan Johnson como ganador probable, llevaría a unas elecciones generales. El inconveniente de esto es que el electorado puede castigar a un partido que cambie de líder por segunda vez durante un curso parlamentario. Pero las ventajas parecen repentinamente muy marcadas. El Partido Laborista Parlamentario (PLP) respiraría con alivio porque un colega experimentado se hubiera atrevido a decir lo que todos dicen en las salas de té de la Cámara de los Comunes. El dominio de David Cameron en las noticias terminaría de forma abrupta a medida que la atención se desviaría hacia el Laborismo con un nuevo líder y una última oportunidad para renovarse».