En ellos presentarán los once temas inéditos de su nuevo disco, un trabajo que la cantante y guitarrista no duda en definir como «más de lo mismo» y que viene acompañado de una recopilación de 22 clásicos de esta banda, que ahora celebra su treinta aniversario y revisita éxitos como «Back on the chain gang», «Don’t get me wrong» o «I’ll stand by you».
En estas tres décadas, Hynde se ha convertido en una de las pocas mujeres que han grabado su nombre en la escena rock mundial, un mundo que, en su opinión, es ahora «más abierto» porque ha dejado de ser «una tiranía de Estados Unidos y Londres».
Tras una vida de excesos como no podía ser menos en el mundo del rock de los setenta, Chrissie Hynde, que formó pareja con el líder de los Kinks, Ray Davier, y con el de Simple Mins, Jim Kerr, es vegetariana desde hace décadas y ferviente militante de la lucha contra el maltrato a los animales, sabe cuidarse. Quizá por eso cuando saluda no estrecha las manos y cierra el puño.
«Es que dice que la gente se la estrechaba muy fuerte y le hacía daño», explica alguien de su discográfica sobre una desconcertante actitud con la que, tal vez, únicamente pretende conservar intacta la fuerza de su mano para tocar la guitarra.
O para otras cosas, porque «Rompe el cemento» el título en español de su nuevo álbum y de uno de sus temas es una idea, según explica la artista, que le vino después de ver mucho hormigón durante una gira por Estados Unidos.
«Es una invitación al público a conseguir un martillo y destruir todo el cemento», explica poco después de soltar una bolsa de un conocido diseñador catalán y de descalzarse para atender la entrevista.
«Boots of chinese plastic», «The nothing maker» o «One thing never change» son algunas de sus nuevas canciones en las que Chrissie Hynde deja de alguna forma plasmada una sensación positiva: «mi filosofía me mantiene optimista. Se basa en no matar animales», explica mientras critica que la «insaciable necesidad de matar del ser humano ha destruido el planeta».
Y también que cuantos más años pasan más «agradecida» está porque dice: «no soy camarera, no estoy limpiando casas, tengo un trabajo del que disfruto y que hace bailar y divertirse a la gente, que de eso va el rock».
«Mi única ambición -apunta- es tocar la guitarra y cantar en una banda. No hay nada más grande que eso, yo no quiero grandes estadios ni grandes audiencias, me gusta estar en un nivel medio».
Y no cree que en estas décadas haya cambiado tanto el mundo de la música: «todas las generaciones se quejan de que el negocio está mal. Pero entre los músicos y la gente que ama la música no ha cambiado nada, siempre hay alguien intentando comunicar a través de la música y alguien dispuesto a disfrutar de ese amor que celebra la vida.
Dice que ella en su casa escucha a María Callas y una radio francesa que le acerca las nuevas propuestas. «Yo no se qué esta pasando a ese nivel en Londres, probablemente sólo haya bandas de chicos tontos», afirma, mientras cuenta que si gente como Rolling Stones, Bruce Springsteen o ella siguen haciendo rock es porque «realmente hay mucha diversión estando en un escenario con una banda».
«Mientras la gente lo quiera, la mayoría de las bandas estarían felices de seguir tocando. Nosotros no lo hemos dejado nunca», explica mientras asegura que «nadie en los sesenta habría pensado que a los sesenta seguiríamos haciendo rock and roll, la gente se hubiera reído».