Hasta el próximo 31 de enero, el público podrá revivir el ambiente de esa corte, gracias a los efectos de luces, música e imagen que le transportarán al glorioso pasado de Rusia de manera «sutil y abstracta», según explicó este jueves la comisaria del museo, Marlies Kleiterp, en una rueda de prensa.
Como muestra más palpable, en el Ala de los Caballeros, dedicada a las fiestas y bailes y a la vida privada de los zares, los vestidos y trajes de gala están expuestos en vitrinas giratorias como si bailaran, con un fondo de música.
Para completar el efecto, se proyectan en la pared imágenes de El arca rusa, del cineasta Alexander Sokurov, rodada en 2002 en el Palacio de Invierno de San Petersburgo, en la que el momento estelar es un gran baile con cientos de participantes.
«Se tiene de verdad la impresión de formar parte de ese salón de baile», dijo el director del Hermitage de Amsterdam, Ernst Veen, quien subrayó el carácter «festivo» de la exposición.
La otra gran ala, dedicada al protocolo, incluye el trono de los Romanov, frente al cual se alinean en otra vitrina los trajes de las delegaciones oficiales que se presentaban al zar.
En la exposición también pueden verse joyas, abanicos, zapatos, vajillas, pinturas como un retrato de Nicolás II del ruso Ilya Repin, el piano de cola de la última zarina, fotos de la destrucción del Palacio de Invierno en la Revolución Rusa, así como los juguetes de los niños.
«Un museo del siglo XXI»
Han sido necesarios dos años de trabajos y una inversión de 40 millones de euros para transformar el Amstelhof, un antiguo asilo de ancianos de estilo clasicista holandés del siglo XVII, y el anexo Neerlandia en lo que es hoy, según Veen, «un museo del siglo XXI».
El edificio Neerlandia, que durante los últimos cinco años albergó diez exposiciones en calidad de satélite del Hermitage, ha pasado a ser un museo infantil, mientras que el Amstelhof se ha despojado del laberinto de sus pasillos para ganar grandes y luminosos espacios diáfanos.
El sobrio complejo holandés está muy alejado del estilo rococó del Palacio de Invierno de los zares, pero «puede hacer cosas que son técnicamente imposibles en el más conservador Hermitage» de San Petersburgo, señaló este jueves el director del museo ruso, Mijaíl Piotrovsky.
Con esta transformación, el museo de Amsterdam ha dejado de ser un «sputnik» (satélite) del Hermitage similar a los existentes en Londres, Ferrara (Italia) y Kazan (Rusia) para convertirse en «una estación espacial cósmica internacional» diez veces mayor, añadió.
El Hermitage de San Petersburgo, formado por un conjunto de edificios del siglo XVIII que se extienden a lo largo del río Neva, sólo puede exponer de un 5 a un 6% de sus tres millones de objetos de arte.
El museo holandés, que tiene una dirección independiente y fondos procedentes de patrocinadores como el banco Fortis, el BankGiro Loterij y la empresa Philips, trabajará en estrecha colaboración con el de San Petersburgo y también invitará a otros museos rusos, explicó Veen, artífice de la «Fundación de Amigos del Hermitage».
Su reapertura viene a reforzar la oferta cultural de Amsterdam en un momento oportuno, a las puertas del verano y cuando los turistas no pueden apreciar en todo su esplendor las obras maestras flamencas del Rijksmuseum y del museo de arte moderno de Stedelijk, que están siendo remodelados.
Veen y Piotrovsky cumplen así un sueño que empezó a fraguarse en 1991, explicó el holandés, quien subrayó los lazos históricos entre ambas ciudades desde la visita en 1697 del zar Pedro el Grande a Amsterdam, que le inspiró la construcción de canales para su nueva capital a orillas del Neva.
Braque, Matisse y Picasso
En el programa de los próximos meses figuran una exposición de obras de Braque, Matisse y Picasso procedentes de San Petersburgo (marzo a otoño de 2010) y otra sobre Alejandro Magno y la expansión del helenismo en Oriente (primavera de 2010 a otoño de 2011).
Los responsables holandeses esperan que 350.000 personas visiten cada año el museo.
La inauguración oficial, el viernes por la tarde, contará con la presencia de la reina Beatriz de Holanda y del presidente ruso, Dimitri Medvedev.