sábado, noviembre 23, 2024
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Enrique de Hériz se adentra en el mundo del ilusionismo y la oscuridad

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Víctor Losa, el protagonista de Manual de la oscuridad, es el heredero de una saga de ilusionistas que, de repente, ve cómo su mundo se desvanece al perder la visión. ¿Qué sucede cuando alguien se queda ciego a una edad adulta y con toda una vida hecha? Es la pregunta que dio origen a esta obra, en la que Enrique de Hériz habla, entre otros temas, de la identidad y de cómo esta se adapta a las leyendas heredadas. Eso es, precisamente, lo que le ocurre al personaje principal, quien para encarar el futuro y superar su ceguera «tendrá que imaginar que es otro, un otro más funcional en sus circunstancias, y ocupar ese lugar, conseguir que deje de ser ajeno», explica en una entrevista.

El escritor descubrió «casi al final de la escritura» que el verdadero tema del Manual de la oscuridad es «la muy humana capacidad de ponerse en el lugar ajeno». Pero antes de terminar esta obra, que llega después de la reconocida Mentira, el autor catalán ya era un experto en ponerse en la piel del otro; así, aprendió algo de ilusionismo en El rey de la Magia, una tienda de Barcelona que aparece en la novela y que se fundó en la era dorada de la historia de la magia, en la segunda mitad del XIX.

Trabajó con la ONCE para documentarse

«Soy muy torpe para los juegos de manos, pero ellos me orientaron para algo mucho más importante: los principios básicos para definir qué es la magia y los momentos claves de su historia», confiesa. En cuanto a la ceguera, el otro gran protagonista de la historia, De Hériz tuvo «la fortuna de trabajar con gente de la ONCE, con los técnicos de rehabilitación que se dedican a enseñar a los ciegos a recuperar la autonomía». Y es que para documentarse sobre esta novela, aunque las lecturas le ayudaron, el escritor sabía que el trabajo pasaba por ponerse en el lugar del ciego y aprender a ocupar físicamente ese espacio tan complejo.

Magia y ceguera, dos campos que, a priori, pueden parecer terrenos incompatibles, comparten el protagonismo de la historia; sin embargo, el autor considera que tienen «algo» de complementario: la luz y la oscuridad, y también el hecho de que en la magia «todo es proyección hacia fuera y en la ceguera todo pasa por dentro». «No hay que olvidar que magia y ceguera comparten el eterno asunto de lo que está pero no se ve y viceversa», recuerda el escritor.

De Hériz concibe la ceguera como «una especie de trampa del destino, un momento traumático que obliga a quien lo vive a replantearse su identidad, a aceptar que sólo podrá seguir siendo si acepta ser otro», que es lo que le ocurre al protagonista de la historia.

Tras el éxito de Mentira, afirma que sentía «una cierta curiosidad» por saber quién habría por ahí esperando esta nueva novela, aunque a la hora de escribirla no sintió presión alguna. «Presión es lo que se siente para escribir la segunda novela después de una primera que prácticamente nadie ha leído; eso sí pone a prueba la vocación de un escritor», confiesa, consciente de que su tarea es dedicarse a escribir libros, no a venderlos. «Eso es tarea de otros», resume.

Coincidencias entre el mago y el escritor

Este autor, a quien parece no importarle si es más o menos respetado en su profesión, considera que su narrativa «cambiará a partir de ahora», ya que tiene la sensación «de haber cerrado un ciclo», aunque deja claro que Mentira y Manual de la oscuridad son «bien distintas», sin embargo, comparten el asunto de las leyendas, «de cómo nuestra identidad se adapta a las leyendas heredadas».

Donde sí ve coincidencias es entre el oficio del mago y del escritor: «En ambos casos se da entre el ejecutor y el espectador un pacto por el que el segundo renuncia a la desconfianza y pone su fe en manos del primero. Este deberá recompensarlo con un trabajo suficientemente digno para que de pronto, pese a que en un caso sabemos que ‘hay truco’ y en el otro se da por hecho que hablamos de personajes inexistentes, se produzca la emoción, la reflexión, la belleza o el asombro. Y el asombro del lector en una novela sólo es legítimo si el autor lo comparte, porque ambos están exactamente al mismo nivel», explica.

Continuando con las coincidencias, aunque la magia es la vida del protagonista de la historia, Enrique de Hériz prefiere creer que la suya no es la escritura. «Prefiero creer que la escritura es la consecuencia de todo lo vivido», confiesa este hombre que, por su profesión, vive en el juego permanente de ponerse en el lugar del otro.

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