En el exterior del edificio neoyorquino, las televisiones mostraron imágenes de numerosas personas, entre ellos algunas de sus víctimas, esperando a conocer cuántos años pasaría en la cárcel el financiero neoyorquino.
Madoff se confesó culpable el pasado marzo de esos delitos para evitar un juicio ante un gran jurado.
También se dijo arrepentido de no haber invertido las grandes cantidades que sus selectos inversores confiaban a su firma Bernard Madoff Investment Securities a cambio de rentabilidades inusualmente altas.
Estaba previsto que Madoff, encarcelado en el Centro Correccional Metropolitano de Manhattan -una prisión situada junto al tribunal-, tomase la palabra ante el juez para expresar «la vergüenza que ha sentido y el daño que ha causado» con este fraude, según adelantó su abogado, Ira Sorkin.
El juez permitió que Madoff, que fuera uno de los financieros más respetados por la elite financiera y judía de Estados Unidos, acudiese a la corte vestido con su propia ropa, en lugar del uniforme carcelario tradicional.
La estafa se descubrió el pasado 10 de diciembre cuando Madoff confesó a sus hijos que su negocio consistía en realidad en una fraudulenta estructura piramidal (esquema Ponzi), por la que iba pagando los intereses que prometía con el dinero que le llegaba de nuevos clientes, sin necesidad de invertir en nada.
Les dijo que, incapaz de mantener esa estructura por más tiempo, estaba en bancarrota y había perdido 50.000 millones de dólares, una cantidad que, supuestamente, equivale al dinero invertido por sus clientes más los intereses conseguidos que resultaron ser ficticios, y al día siguiente sus hijos lo denunciaron.