Los jefes de Estado y de Gobierno del G-20, que representan al 85 por ciento de la economía mundial, decidirán previsiblemente seguir manteniendo las medidas de apoyo públicas al sector financiero adoptadas para afrontar la crisis, sin descartar que se vaya preparando la salida de la crisis y la retirada progresiva de esos estímulos, según fuentes gubernamentales españolas. La UE, que asiste a la cita representada por Suecia, presidencia de turno, Alemania, Francia, Italia, Reino Unido, España y Países Bajos, pero con una posición común pactada, presionará para que el G-20 se comprometa a limitar las primas de los banqueros que contribuyeron al estallido de la crisis porque incentivaban la asunción de riesgos para lograr beneficios a corto plazo.
Los Veintisiete defenderán incluso que se impongan sanciones a los bancos que paguen primas excesivas a sus directivos. Como explicó recientemente el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, los ciudadanos están «horrorizados» ante las informaciones de que los bancos que han recibido dinero público siguen pagando ‘bonus’ «exorbitantes». «No podemos aceptar que los beneficios de los bancos sean privados y que sus pérdidas deban ser asumidas por los contribuyentes», ha dicho por su parte el presidente de turno de la UE, el sueco Fredrik Reinfeldt.
Según fuentes gubernamentales españolas, en Pittsburgh «se tratará de imponer unas normas vinculantes a nivel global» y se analizará qué tipo de regulación estricta se puede aplicar para evitar el exceso de riesgo al que se han expuesto muchas entidades financieras. Eso sí, como el G-20 no tiene capacidad legislativa, cualquier cambio real en este campo quedará en manos de las autoridades nacionales.
Aunque el presidente de Estados Unidos y anfitrión de la cumbre, Barack Obama, ha señalado que en su país el Gobierno «generalmente no dice lo que uno puede pagar o no a sus empleados», el presidente de Francia, Nicolas Sarkozy, se ha mostrado convencido de que el inquilino de la Casa Blanca respaldará las medidas propuestas por la UE, a pesar de que los bancos estadounidenses, junto con los británicos, están presionando para que la propuesta europea no salga adelante.
De hecho Sarkozy ha amenazado con salirse de las negociaciones si no prospera la iniciativa que comenzó a impulsar él junto con Alemania, y que recibió luego el aval de la UE. Washington, en cambio, es más partidario de que los bancos aumenten sus reservas de capital para hacer frente a los riesgos.
Junto a las primas de los banqueros, los líderes analizarán un informe sobre cómo cumplir los objetivos acordados en la última reunión del G-20 en Londres con respecto a la supervisión financiera internacional, la gestión de las quiebras de grandes entidades, la regulación de los fondos ‘hedge fund’ (de alto riesgo porque, al no estar regulados, escapan al control de las instituciones financieras) o la valoración de las agencias de calificación de riesgos, a las que se culpa de no haber visto lo que se avecinaba en los mercados internacionales.
Así las cosas, Estados Unidos está más interesado en que de Pittsburgh salga el compromiso de buscar un reequilibrio de la economía global, que pase por que los grandes exportadores como China, Alemania y Japón consuman más, mientras que deudores como Estados Unidos aumenten sus ahorros. «No podemos regresar a la era donde los chinos o los alemanes y otros países nos venden de todo a nosotros. Estamos asumiendo una montaña de deuda de tárjetas de crédito o préstamos por valorización de viviendas, pero no le vendemos nada a ellos», argumentó Obama el domingo. Por eso Washington propondrá que el Fondo Monetario Internacional analice si todas las economías del G-20 favorecen un crecimiento más sostenible y publique recomendaciones cada seis meses.
La propuesta estadounidense llega en medio de la decisión de Washington de aumentar los aranceles a los neumáticos procedentes de China, lo que ha sido contestado por Pekín con el anuncio de que investigará ciertas irregularidades en las exportaciones estadounidenses. Ambas actuaciones se alejan de la promesa de huir del proteccionismo que los líderes mundiales asumieron en la pasada cumbre del G-20 de Londres.
Financiar la lucha contra el cambio climático
Los líderes debatirán también sobre el compromiso que deberían asumir los países más desarrollados con los más pobres para ayudarles a afrontar el cambio climático. La UE pedirá a los primeros ser solidarios con los menos desarrollados para que todos puedan cumplir con el objetivo de reducción de gases de efecto invernadero. La idea es que unos y otros pongan en marcha un esfuerzo financiero compartido en función de su desarrollo y de su responsabilidad en la emisión de gases.
La Comisión Europea estima en 100.000 millones de euros anuales el coste para lograr reducir de forma significativa las emisiones de gases contaminantes en el periodo del 2012 y hasta el 2020 y propone que los Veintisiete aporten 15.000 millones. La cumbre de Pittsburgh, que se celebra en una tradicional ciudad industrial reconvertida en el referente ‘verde’ del país, arrancará en la tarde del jueves con una recepción del presidente Obama a los asistentes y dos cenas paralelas posteriores donde presidentes y ministros de Finanzas comenzarán a abordar la agenda de la reunión. Las discusiones proseguirán el viernes a partir de las 9.00 horas.
El G-20 existe desde finales de los años 90 cuando se creó en respuesta a la crisis financiera asiática. Tras el estallido a finales del año pasado de la mayor crisis mundial desde la Gran Depresión de 1929, se reunió por primera vez a nivel de jefes de Estado y de Gobierno en Washington, con la presencia de otros países que no eran miembros de la organización, como España y Países Bajos, y que han acudido también a las cumbres posteriores, el dos de abril en Londres y esta semana en Pittsburgh.
Son miembros oficiales del G-20 Alemania, Arabia Saudí, Argentina, Australia, Brasil, Canadá, China, Corea del Sur, Estados Unidos, Francia, India, Indonesia, Italia, Japón, México, Reino Unido, Rusia, Sudáfrica, Turquía y la UE, representada por la presidencia de turno y el Banco Central Europeo.