Ésta es la primera vez que en España se realiza una exposición relativa a los espectaculares mantos Paracas, que por su belleza, tamaño y estado de conservación, gracias al clima seco de la región, constituyen uno de los grandes tesoros del patrimonio precolombino peruano, de ahí que la muestra madrileña represente una gran oportunidad de darlos a conocer al público español. La exposición, ya fue presentada el pasado año en las salas del Museo del Quai Branly de París, donde despertó un gran interés.
Esta cultura, que alcanzó su esplendor entre los años 100 a.C. y 200 d. C, en la península de Paracas, en la costa sur de Perú, fue descubierta por el arqueólogo Julio Tello, -considerado hoy como el padre de la arqueología peruana-, en 1925, comenzando el estudio de la misma tras desenterrar más de cuatrocientos fardos funerarios en la necrópolis de Wari Kayan, ubicada en la localidad de Cerro Colorado, en Paracas.
Tello y su equipo establecieron dos fases culturales distintas, a las que llamaron Paracas-Cavernas, fechada desde el 400 al 100 a. C., y su sucesora Paracas-Necrópolis, entre los siglos 100 a. C. al 200 d. C., en base a las características de los materiales culturales descubiertos y la tipología del enterramiento.
En Paracas, como en todas las civilizaciones andinas, los textiles desempeñaron un papel muy significativo, y resultaron el soporte de un elaborado proceso ritual mortuorio, que alcanza su mayor esplendor en los enterramientos de los miembros de mayor rango social.
De ahí la cuidada elaboración de los llamados fardos funerarios, en los que el fallecido era sometido a un proceso de envoltura y posterior ubicación en su tumba, rodeado de múltiples ofrendas que le facilitarían su existencia post mortem: cerámicas con alimentos, armas y objetos de orfebrería, se acompañaban de diferentes prendas de vestir como turbantes, tocados, camisas, faldas y mantos, todos ellas de gran riqueza material y ornamental. El tamaño de las mismas, abarca desde el de la estatura real de las personas, hasta el de prendas en miniatura o por el contrario, los mantos de gran proporción.
Más telas a mayor rango social
Los individuos de mayor rango social, no sólo recibían un mayor número de ofrendas, sino que además cada determinado tiempo, eran desenterrados para envolverlos en más capas de tejidos -hasta tres-, que se iban superponiendo al núcleo inicial momificado, alcanzando por todo ello un bulto cónico de gran altura.
La riqueza y complejidad de todos estos tejidos, entre los que destacan tal y como hemos apuntado los mantos, nos llama hoy la atención tanto por sus dimensiones, antigüedad y estado de conservación, diseño e iconografía, como porque nos hablan de una sociedad en la que la división social del trabajo permitía a una parte de la población dedicarse a la producción textil en todo su complejo proceso, desde el hilado y la confección de tejidos, hasta el teñido y los bordados, constituyendo una actividad artesanal muy desarrollada y especializada, que requirió del establecimiento de talleres en los que seguramente trabajaron un buen número de tejedoras.
La iconografía de los mantos presenta igualmente la imagen de unos personajes, a veces antropozoomorfos, que exhiben numerosos utensilios y báculos, símbolo del poder, junto con guerreros que portan cuchillos y cabezas cortadas, rodeados a menudo por serpientes bicéfalas y otras representaciones más o menos naturalistas de plantas, animales o figuras geométricas.
Bordadas sus imágenes en diferentes grupos de color que alternativamente van conectando con la naturaleza y el mundo sagrado, hoy nos hablan de su mitología y creencias, por lo que tienen un carácter simbólico y sagrado que nos explica la compleja cosmovisión de esta cultura. Realizadas todas estas telas en algodón con mezcla de fibras de camélido, constituyen también las primeras evidencias de su elaboración en todo el continente americano.
La muestra del Museo de América de Madrid, que está comisariada por la conservadora del Museo, Ana Verde Casanova, permanecerá abierta al público hasta finales del próximo mes de febrero de 2010, y está patrocinada por el Ministerio de Cultura y la Embajada de Perú en España.