Los restos de 28 vecinos de Alcaudete de la Jara (Toledo) fusilados días después de finalizar la Guerra Civil y hallados el pasado mes de abril en dos fosas comunes a 3,5 kilómetros del municipio fueron enterrados este domingo en el cementerio de su localidad natal.
Alrededor de 150 personas acudieron al acto en el que, tras una ceremonia religiosa, se procedió a la lectura de diversos testimonios y poemas y al entierro posterior de los restos en urnas individuales y en una sepultura única.
Setenta y un años después de su muerte, los asistentes, en su mayoría hijos, sobrinos y nietos de los 28 fusilados,pudieron ver las urnas expuestas con sus restos, los cuales no han sido sometidos a pruebas de ADN tras la decisión de sus familiares de evitar un proceso largo y costoso.
Los familiares presenciaron su inhumación con alivio y alegría por la reparación de su memoria, pero también con dolor por el recuerdo del día en que fueron asesinados, que algunos de ellos vivieron y a otros se lo han contado.
Los actos comenzaron a las 11.00 horas con un responso a cargo del párroco de Alcaudete de la Jara, Pedro Manchego, y a continuación se celebró un homenaje civil a los fusilados mediante la lectura de un manifiesto.
Finalmente, los restos fueron trasladados por sus allegados y familiares hasta la sepultura, la cual será la semana que viene revestida en mármol y en un panel de azulejos de cerámica de Talavera de la Reina con los nombres de todos los fusilados.
Cada urna llevaba una rosa roja y encima de todas ellas se ha depositado un paquete de flores con los colores de la bandera republicana.
El arqueólogo César Pacheco, coordinador de los trabajos de exhumación de los restos de estas 28 personas de entre 30 y 55 años, indicó que el entierro supone «el final de un proceso largo» que «humanamente es conveniente».
Para Pacheco, «es fundamental este tipo de actuaciones en contra de lo que puedan pensar algunos sectores» ya que, a su juicio, no puede negarse «la capacidad y necesidad de que un sector de la población que tuvo que sufrir la represión y la pérdida de la Guerra Civil tenga un reencuentro con una memoria compartida».
«En definitiva, que puedan tener de aquí al futuro un sitio en el que tributarles su memoria y su culto, matizó.
Memoria histórica
Esta opinión la comparte Dominga, hija de uno de los fusilados que murió con 32 años, cuando ella tenía nueve.
Dominga recuerda que días antes de que su padre fuese fusilado se encontraba junto a él, su madre y sus cinco hermanos en la localidad toledana de Los Yébenes y allí recibieron el aviso de su abuela para que no acudieran a Alcaudete de la Jara porque «las cosas estaban muy revueltas»; sin embargo, su padre decidió acudir y allí fue detenido.
Un día antes de su fusilamiento, recordó Dominga entre lágrimas, acudió a verle a la plaza de toros, donde estaba «tapando unas trincheras, y él le dijo: «hija, mira mucho por tu madre, que yo no voy a poder».
Andrea Durán, hija de otro de los fusilados, perdió a su padre cuando tan sólo tenía dos años. Para ella, su entierro en el cementerio del municipio implica tristeza, pero también «alegría» porque lleva «muchos años detrás de que vengan» a desenterrar los cuerpos.
A finales de 2008, los familiares de los 28 fusilados el 25 de abril de 1939 formaron una agrupación y solicitaron una subvención para poder iniciar las tareas de recuperación de los restos de sus seres queridos.
En abril de 2010, recibieron el ingreso e inmediatamente, el día 29 de ese mismo mes, el equipo de investigación «La Pradera, en el que ha participado la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH), halló los restos en dos fosas comunes, con diez cuerpos en una y dieciocho en otra.
Los trabajos de exhumación comenzaron el día 30 y las labores concluyeron mes y medio más tarde.
Pacheco explicó que los fusilados fueron enterrados en una trinchera dentro de una finca que se llamaba la pradera baja de Santa Teresa de Alcaudete de la Jara, a unos 3,5 kilómetros del centro urbano.
Junto a los cuerpos se encontraron, además, objetos personales como gafas, anillos, medallas, botones y hebillas de cinturones, que serán donados al Museo de Santa Cruz de Toledo.
Los familiares tomaron la decisión de no proceder a la identificación individualizada de los restos mediante el ADN, sobre todo porque es un proceso largo y costoso, y únicamente ha sido perfectamente identificado uno de los fusilados, el más joven de todos ellos, un chico de 17 años hijo del último alcalde republicano de Alcaudete de la Jara, junto al que fue asesinado aquella jornada.