Rubalcaba, el nuevo hombre fuerte
Había una anormalidad manifiesta en los gobiernos de José Luis Rodríguez Zapatero: que el organigrama del Ejecutivo no respondía al poder real dentro del gabinete. Mandaban más dos ministros –Alfredo Pérez Rubalcaba y José Blanco– que dos de los vicepresidentes –Elena Salgado y Manuel Chaves–. Blanco y Rubalcaba, que en los primeros años del zapaterismo fueron rivales y que ahora mantienen una estratégica alianza, parecían tener incluso más poder que la propia vicepresidenta primera, María Teresa Fernández de la Vega. La crisis del Gobierno coloca a Rubalcaba como el nuevo hombre fuente. Será vicepresidente, será el portavoz, y también mantendrá la cartera de Interior. ¿Será también el heredero de Zapatero, en el caso de que el presidente decida no repetir en 2012? Es más probable que ayer, aunque aún no todo está decidido.
Rubalcaba es el gran ganador de esta crisis de Gobierno. Zapatero le entrega más poder del que jamás ha tenido ningún vicepresidente. Se confía en el ministro mejor valorado para recuperar la iniciativa y el aliento de un Gobierno que hoy vive su peor momento. Entra también en el Ejecutivo Ramón Jaúregui, un hombre muy cercano a él. A partir de este momento, Rubalcaba es dueño de su destino. Si las encuestas mejoran, si la economía repunta, si el PSOE recupera y recorta distancias con el PP, será su mérito, lo que le colocará en primera línea para suceder a Zapatero si finalmente el presidente se retira en un año.
Pero como dicen los clásicos, como dice Spiderman, ese gran poder conlleva también una gran responsabilidad. Rubalcaba estará ahora en una posición de muchísimo mayor desgaste político. Si el Gobierno retrocede, también se hundirán sus posibilidades de alcanzar la candidatura socialista. En esa situación, será Carme Chacón quien muy probablemente suceda a Zapatero. Chacón sigue protegida en Defensa, un Ministerio donde no sufrirá tanto desgaste político. «Ya es cosa de dos: Rubalcaba y Chacón», dicen desde Ferraz.
Al fin, Ramón
La no inclusión de Ramón Jáuregui en los sucesivos Gobiernos socialistas, primero de Felipe González, después, de Zapatero, se había convertido en un recurrente sonsonete irónico de propios y ajenos. «Otra vez se queda sin cartera», se decía. Una hiriente conmiseración hacia su fracaso político, directamente proporcional a su reconocimiento personal y profesional, y a una vida entregada al PSOE y a la UGT.
Ramón Jáuregui fue el líder de los socialistas vascos en tiempos cruciales para la construcción de la autonomía vasca. El tándem Benegas-Jáuregui constituye el diseño del discurso socialista de entonces, sobre el que gravitaron los demás debates. Hijo menor de una familia obrera de 10 hermanos de un barrio de San Sebastián, su perfil de autodidacta se gestó desde niño. Terminó sus estudios de peritaje y pasaría después a combinar su trabajo en la industria Luzuriaga con las horas nocturnas para licenciarse en Derecho.
Parejo a su formación académica y profesional discurrió su doble militancia, en UGT y en el PSOE. Volcado en los intereses de los trabajadores, en un contexto de antifranquismo, se convirtió en un jovencísimo secretario general de la UGT vasca.
Su cercanía humana en tiempos odiosos de violencia y asesinatos cotidianos le convirtió en una referencia amable, pero siempre con criterio político. «A la calle, que ya es hora», clamaba con fuerza con los versos del poeta tras los asesinatos en Euskadi.
Lo fue casi todo en el País Vasco, este joven eterno apasionado por la política. El primer divorciado vasco, el primer vicelehendakari socialista, el primer líder socialista con posibilidades de ganar. Lo tenía casi todo al alcance pero tal vez su sensación de abismo le impidió sostener la idea de post nacionalismo que él mismo, junto a los intelectuales que le apoyaban, puso en circulación. Al final se plegó sobre sí mismo, y consideró que renunciar al pacto con los nacionalistas era fracturar el país. Muchos de sus incondicionales aún no entienden porqué.
Pudo ser el delfín de Felipe, cuando su estela decayó, y vinieron después años que echaron por tierra las certezas socialistas. En la etapa de Zapatero, su valía incuestionable y su capacidad de trabajo malempleada chocaron con la proyección de otras personalidades, algunas, por simples cuotas. Ha tenido que llegar el post zapaterismo para volver a resurgir el brillo de Ramón. Igual que en el declive de Felipe, pero ahora, a sus sesenta años, en su segunda juventud.
Leire Pajín, la carrera política de la socialista más joven
Con 34 años recién cumplidos, Leire Pajín continúa su imparable trayectoria política tras hacerse hoy con un sillón en el Consejo de Ministros, lo que le permitirá pasar de gestionar las listas electorales del PSOE para encargarse de intentar reducir las listas de esera en la sanidad pública.
Comprometida con los problemas de su generación, muy sensibilizada con la pobreza y el hambre en el mundo, radical defensora de los valores de la izquierda, Leire Pajín llega al Ministerio de Sanidad, Igualdad y Política Social en la remodelación del Gobierno anunciada hoy por el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero.
La todavía secretaria de Organización del PSOE tendrá que cambiar el chip y aprenderse todo lo relacionado con el término «primaria»: de las elecciones primarias en el PSOE de hace poco más de quince días a la Atención Primaria de la sanidad.
Durante sus dos años largos como «número tres» de los socialistas, Pajín ha tenido que afrontar la primera derrota del PSOE en unas elecciones de ámbito general como las europeas de junio de 2009.
Tres meses antes, el PSOE había perdido la Xunta de Galicia, pero había conseguido una de sus mayores aspiraciones autonómicas, al colocar en el Palacio de Ajuria Enea al primer lehendakari socialista, Patxi López.
Casi cada lunes Pajín ha dado la cara en la madrileña sede de Ferraz contestando a incómodas preguntas sobre la crisis, los recortes aprobados por el Gobierno, la bajada del sueldo de los funcionarios o la congelación de las pensiones.
Junto al equipo de Zapatero y su «Nueva Vía», Pajín fue ganando presencia en el Congreso a lo largo de esa legislatura por su labor en varias comisiones, pero sobre todo por su crítica oposición a las políticas del Gobierno del PP, especialmente en materia social.
Un mayor peso político que la llevó, en 2004, a encabezar la candidatura socialista por Alicante en las elecciones generales, en las que el PSOE volvió a la Moncloa de la mano de Zapatero.
Antes de cumplir 28 años ya era secretaria de Estado de Cooperación Internacional, un cargo que desempeñó hasta que en julio de 2004 fue nombrada secretaria de Organización del PSOE y se convirtió en la «número tres» de los socialistas.
No hace todavía un año que fue designada senadora territorial por la Comunidad Valenciana, tras un costoso proceso que se alegó más de seis meses, y ahora está por ver si puede compaginar ese cargo con su nueva responsabilidad en el Ministerio de Sanidad.