El Papa finalizó este domingo su visita a España con la misa de consagración de la Sagrada Familia de Barcelona, en una ceremonia en la que aprovechó la simbología de este escenario para condenar la eutanasia y el aborto, así como para abogar por la familia y los matrimonios heterosexuales.
Benedicto XVI concluyó una visita de dos días a España que comenzó el sábado en Santiago de Compostela y culminó este domingo en Barcelona con una ceremonia de despedida con la presencia de los Reyes y del presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero.
Si el Papa lanzó el sábado en el avión hacia Santiago un discurso en el que advertía de que España vive un «anticlericalismo» equiparable al de los años treinta -lo que causó sorpresa en el Gobierno español- los mensajes del Vaticano emitidos este domingo fueron más contemporizadores.
En este sentido, el portavoz vaticano, Federico Lombardi, dijo que en las palabras del sábado de Benedicto XVI «no había ninguna intención polémica» y que el encuentro de este domingo del Papa con Rodríguez Zapatero se celebró «en un clima de cordialidad».
No obstante, Benedicto XVI volvió a ofrecer este domingo un claro mensaje sobre la defensa de los valores de la familia que defiende la Iglesia católica, y quiso escenificarlo ante las miles de personas congregadas en la Sagrada Familia para asistir a la misa de consagración de este símbolo religioso y a la vez icono universal.
Horas más tarde, en la ceremonia de despedida y ante los Reyes y el presidente del Gobierno, remarcó su mensaje al anunciar que rezará para que «todos los pueblos de España» reciban los «dones celestiales» que les ayuden «a vivir como una sola familia».
Las 22 horas del Papa en Barcelona combinaron el carácter ceremonial de la misa de la Sagrada Familia con otro marcadamente emotivo durante la visita esta tarde a la obra benéfico-social del Niño Dios, donde se produjeron escenas de cálida complicidad entre el Pontífice y los niños discapacitados y sus familiares.
Ambiente de «proximidad y afecto»
La jornada que vivió Barcelona con la visita papal, un hecho que no se producía desde 1982, comenzó cuando a las nueve de la mañana el Papamóvil partía del palacio episcopal entre los vítores de cientos de ciudadanos. El recorrido hasta la Sagrada Familia se desarrolló sin incidentes y al llegar al Templo se produjo un breve encuentro con los Reyes en un ambiente de «proximidad y afecto», según explicaron fuentes de la Casa del Rey.
El Arzobispo de Barcelona, Lluís María Sistach, dio la bienvenida al Papa al inicio de la ceremonia y definió la Sagrada Familia como una visión «del cielo en la tierra».
Ya en su homilía, en la que alternó el castellano y el catalán, el Papa condenó con firmeza la eutanasia y el aborto, pidiendo a los estados que la natalidad sea «dignificada, valorada y apoyada jurídica, social y legislativamente». También pidió apoyo del Estado para los matrimonios entre un hombre y una mujer, así como medidas económicas y sociales para que la mujer encuentre en el hogar y el trabajo su plena realización.
Tras la misa, a la que asistieron unas 8.000 personas dentro del templo y unas 50.000 fuera, el Papa rezó el ángelus desde el atrio de la fachada del Nacimiento, donde incidió de nuevo en «la dignidad y el valor primordial» del matrimonio y la familia.
A continuación, Benedicto XVI volvió en papamóvil al Arzobispado, en un recorrido seguido por más personas que el de ida y que también discurrió sin incidentes, y almorzó con su séquito y con los obispos en el palacio episcopal.
Despedida
Por la tarde, Benedicto XVI visitó la obra benéfico-social del Niño Dios, donde destacó los «formidables» avances de la sanidad en el cuidado de los más débiles, pero defendió que los nuevos desarrollos tecnológicos «nunca vayan en detrimento del respeto a la vida y dignidad humana».
Ya en su discurso realizado antes de embarcar en dirección a Roma en el aeropuerto de El Prat, el Papa quiso «abrazar a todos los españoles» y, aunque amentó que en esta ocasión tan sólo haya visitado dos ciudades, recordó que el próximo año estará en Madrid para celebrar la Jornada Mundial de la Juventud.
Por su parte, el Rey agradeció las «numerosas muestras de generosidad hacia España» del Papa, así como sus palabras «llenas de esperanza en que es posible un mundo mejor», y subrayó que la aportación del Cristianismo es «clave para entender la personalidad histórica» de este país.