Prácticamente todas las fuerzas de la oposición han censurado que el ex presidente del Gobierno, Felipe González, admitiera que aún hoy se pregunta si hizo bien cuando tuvo la oportunidad, y no lo hizo, de volar a la cúpula de ETA, y sólo sus compañeros socialistas han valorado la actuación que tuvo. Desde el principal partido de la oposición, la secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal, cree que el propio González «se ha puesto» en situación de decir que él mismo era la «X» de los GAL, y ha destacado que en la lucha contra el terrorismo «los atajos», al final, «ni son provechosos, ni son aceptables». «Que hubo guerra sucia y una persona tenía en su mano decidir si se mataba a alguien o no, no lo digo yo, ni lo dice un periódico», sino que lo reconoce claramente el ex presidente, ha dicho la dirigente popular, y no es «una interpretación del PP».
Dentro de su partido González ha recibido más apoyo. El secretario de Organización, Marcelino Iglesias, le ha calificado de «hombre de Estado» y ha considerado que con sus últimas declaraciones sobre la lucha antiterrorista ha dejado claro que su actuación fue «totalmente coherente con la ley». Igualmente ha defendido su comportamiento el presidente del Congreso, José Bono, y ha afirmado que lo que ha dicho forma parte del pasado y los hechos que entonces ocurrieron «han sido juzgados por la justicia». «El cinismo de algunos clama al cielo», se ha lamentado Bono, quien ha recordado que en aquella época él tuvo que acudir a muchos entierros de víctimas de ETA en los que se gritaba «contra ETA, metralletas» y «Ejército al poder». También ha vinculado estas declaraciones a una etapa ya pasada el portavoz de CiU en el Congreso, Josep Antoni Duran Lleida, quien ha recordado que el «enemigo a batir» por los demócratas en España «no es Felipe González, sino ETA» y ha rechazado «abrir una nueva polémica» en torno a la implicación del PSOE en este asunto.
En cambio, reproches le han caído también por parte de Cayo Lara, coordinador federal de IU, que le ha recriminado que haya tenido «alguna duda» sobre la aplicación del Estado de Derecho y ha afirmado que es algo sobre lo que no se puede tener duda alguna, y hay que defenderlo «este domingo, este lunes y mañana». Mientras, el presidente de la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijóo, ha pedido a Felipe González que pida disculpas por sus palabras sobre la posibilidad, no llevada a cabo, de acabar con la cúpula de ETA y ha tildado de «sorprendente» que durante catorce años haya dudado sobre algo tipificado en el Código Penal como de «horrible delito».
Igualmente duras han sido las críticas desde el nacionalismo vasco y así, el portavoz del PNV en el Parlamento vasco, Joseba Egibar, ha asegurado que Felipe González hizo «un abierto reconocimiento de responsabilidades» en lo que se refiere al terrorismo de Estado. Al igual que el PP, el presidente del PNV en Álava, Iñaki Gerenabarrena, considera que la confesión de González demuestra que de esta forma «marca» quién era el «señor X» en el caso GAL.
En la misma línea, ha reprobado las declaraciones de González el presidente de Ezker Batua (EB), Serafín Llamas, quien ha reclamado a la Fiscalía General del Estado que investigue las declaraciones del ex presidente, de quien ha dicho que es una persona de «baja catadura moral». Patxi Zabaleta, portavoz de Nafarroa Bai, lo ha calificado de «enormemente grave» y, en su opinión, se pone en «entredicho» la «seriedad» de las estructuras del Ejecutivo y la «catadura moral» de algunas personas. Tampoco la izquierda abertzale ha dejado escapar la ocasión para censurar la política antiterrorista y ha afirmado que de esta forma, se constata «la impunidad con la que el Estado español y sus representantes han actuado».