La emoción irradió las caras de los protagonistas de aquella tarde, treinta años después, cuando se disponían a revivir los hechos: el secuestro del Parlamento el 23 de febrero de 1981. Los primeros en llegar fueron los periodistas que cubrieron el acontecimiento y que tomaron sus asientos en la tribuna de prensa. “Yo me senté aquí y tú allí, ¿no?”, recordaban.
Desde la misma tribuna en la que vieron amenazada la democracia rememoraron las sensaciones que contaron. “Mis hijos ya no quieren que se lo cuente más veces”, relataba desenfadada una cronista”. Hubo un revoloteo de abrazos, pero había expectación para recibir a los protagonistas: 144 diputados de entonces que se fundieron con los actuales.
Llegó Fraga en silla de ruedas, y tras él, Carrillo, erguido. Landelino Lavilla, presidente de la Cámara se acomodó junto a Bono, Zapatero y Rajoy, y su discurso fue el relato de la historia, la mezcla entre la triste evocación del golpe, el secuestro de los diputados y el triunfo de la democracia. Solemne, hizo un sutil reproche a los mensajes que restan valor al consenso que se forjó en la transición, y pasó su palabra al actual presidente de la Cámara: “Señoras y señores diputados, tiene la palabra el presidente, José Bono”. Parecía querer certificar la continuidad de la democracia en el trigésimo aniversario de aquélla tarde.
El reencuentro de históricos políticos de la UCD, del PSOE, de AP, del PCE, de los grupos nacionalistas (PNV y CiU) con los nuevos diputados fue una exaltación de la historia común. “Lo que nos unía entonces, lo que nos une ahora”, clamaba el presidente Bono. Los jóvenes diputados observaban admirados el hemiciclo, las caras inolvidables de aquella tarde, entre ellas, la de una joven Ana Balletbó, cuyo embarazo se quedará en nuestra retina y que treinta años después se paseaba por los escaños.
El gran ausente, junto al inolvidable Gutiérrez Mellado, fue Adolfo Suárez. El largo aplauso que le brindó el hemiciclo fue uno de los nexos de unión entre todos los diputados. Mandos del Ejército y de las FSE –incluida la Guardia Civil- aplaudieron también a todos los protagonistas que encarnaron la valentía en las horas más negras. Un gesto que congratuló a los presentes.
Los periodistas rememoraron sus crónicas, sus silencios, sus trampas para hacer posible las conexiones (TVE, RNE, EFE y la SER). Crónicas inolvidables y abrazos entre Gómez Escorial, Diego Armario, Nativel Preciado, Charo Zarzalejos, Pedro Calvo Hernando, Rosa Villacastín, María Antonia Iglesias, Manuel Soriano, Julia Navarro, Ángel Marqués, Pepe Marín, Camilo Valdecantos, Miguel Ángel Aguilar, José Luis Gutiérrez, José María García y Javier Torróntegui, entre otros muchos testigos de aquélla noche.
Fue un espejo de caras de entonces y ahora. Más de un centenar de los diputados de entonces ha fallecido (103) y también algunos de los periodistas más queridos. Testigos mudos, aunque emocionados, fueron Felipe González, Nicolás Redondo Urbieta, Rodolfo Martín Villa, Ignacio Camuñas, Iñigo Cuvero, Arias Salgado, Jaime Mayor Oreja, Enrique Múgica, Alvarez de Miranda , Carlos Solchaga, Sáenz Cosculluela, Joseba Azkárraga, muchos en activo y otros retirados, nunca olvidados. Tampoco el presidente Leopoldo Calvo Sotelo. Francisco Laína, presidente del Gobierno de subsecretarios durante el golpe de Estado, y el socialista Txiki Benegas fueron reconocidos por su empeño decisivo en no considerar el asalto al Congreso para liberar a los diputados. Hubiera sido una masacre.